Todos los días, incluidos los de festejos y actos por el Bicentenario, las peleas entre gobierno y oposición de todos los colores siguieron llenando páginas y horas de diarios y televisión. A toda hora y en toda ocasión, ese pareciera ser el principal problema del país. Desde ya que todo eso es irrelevante para el pueblo argentino, acostumbrado a lidiar cotidianamente con los verdaderos problemas.
Pero en algo sí se ponen de acuerdo los analistas y editorialistas de la “derecha, el centro y la izquierda”. Y se trata de las advertencias y la preocupación que exponen ante el aumento salarial conseguido en la alimentación y lo que viene para adelante.
En pocas palabras, dicen sin decirlo: Hay que barajar y dar de nuevo. No hay techo, no hay piso, no hay convenio testigo; lo que está en el tapete es la capacidad y la posibilidad concreta de que los trabajadores argentinos tenemos de quebrarles sus planes en el plano salarial, médula espinal de sus proyectos y previsiones de millonarias ganancias.
Esto es lo que verdaderamente les quita el sueño, y en esto no hay diferencias ni peleas para la tribuna. La burguesía monopolista, su gobierno y sus sindicatos acusaron el golpe y se aprestan a ver qué hacer ante lo que se viene, en el medio de una debilidad política que no tiene antecedentes.
La clase obrera y los trabajadores en general tenemos que saber ver en su preocupación y su debilidad, nuestra fortaleza.
Tenemos que asumir que este camino abierto no tiene marcha atrás pues las condiciones para la lucha favorecen los reclamos, los salariales y los de todo tipo, y fortalece la lucha y la organización que se viene dando por abajo, con la autoconvocatoria, y que ya nadie podrá frenar.