Sin demasiada difusión y con un llamativo “silencio institucional”, durante el jueves y el viernes pasados, los trabajadores telefónicos llevaron adelante una jornada de paro total de actividades a nivel nacional, que afectó directamente los servicios al público de las compañías Telefónica y Telecom.
Esto se llevó adelante a pesar de que el Ministerio de Trabajo dictó una conciliación obligatoria por un período de diez días, cuando ya había comenzado la medida de fuerza.
La presión y el descontento de las bases, empujaron a las dirigencias sindicales a mantener la medida ampliamente apoyada, a pesar de la maniobra de las empresas, que apostaron a que la intervención del Ministerio podía “aquietar” las aguas y patear el problema para adelante.
Pero la bronca por abajo era incontenible. La adhesión al paro fue total. Los trabajadores reclaman un incremento salarial del 35 por ciento.
El techo salarial que pretendía el gobierno de la burguesía quedó agujereado una vez más (y van…), así como la propuesta de las empresas que pretendían arreglar con un 21% por un año y en dos cuotas.
El sueldo básico de un trabajador que ingresa a cualquier empresa de telefonía ronda aproximadamente los 2500 pesos. Los telefónicos tienen el sueldo congelado desde junio del año pasado.
Con la huelga, fueron directamente afectados los servicios de las líneas 114 (reparaciones), 112 (atención al cliente) y 110 (información de números de guías). De hecho, al llamar ayer a esos números podía escucharse una grabación que advertía a quienes llamaban sobre la demorada o la inexistente atención por «medidas de los trabajadores».
Las oficinas comerciales permanecieron cerradas durante ambas jornadas y se cancelaron los servicios de instalaciones y reparaciones; así como el servicio para realizar llamadas por operadora o a través de líneas prepagas.
«Las empresas reafirman su vocación de llegar a un acuerdo que permita preservar los intereses de todos», dicen las multinacionales en sus declaraciones públicas.
A saber de los trabajadores, el todos al que hacen referencia las empresas en sus comunicados, siempre tiene que ver con sus ganancias y no con las necesidades de los trabajadores y sus familias, que ven cómo el galopante aumento de precios despedaza sus ingresos que cada vez alcanzan para menos.
Las telefónicas son parte de las empresas con mayor rentabilidad del país. Quienes producen esas ganancias, hacen (junto a los que trabajan en los canales de televisión) la técnica de transmisión del mundial de Sudáfrica, que llena de oro a tantos empresarios. Así y todo, los trabajadores telefónicos son hoy los peor pagos entre todas empresas privatizadas en los años noventa.
Por eso, en las distintas localidades, secciones y edificios, los trabajadores ya se están planteando cómo continuar la lucha. “Queremos luchar hasta el triunfo y que no se tome ninguna decisión sin la participación directa de los trabajadores que estamos en lucha”. Ya nadie puede pasar por arriba a los trabajadores que quieren luchar y ganar.
Como vemos, más allá de las maniobras de las empresas, el gobierno y los sindicatos, la lucha de los trabajadores telefónicos es una piedra más en el zapato, que golpea el camino de la burguesía y continúa sumando en la lucha unitaria de la clase obrera y el pueblo, en un contexto cada vez más favorable para conquistar nuestros reclamos.