Ayer lunes, los diarios daban cuenta de la discusión entre la presidenta Cristina Kirchner y Sarkozy, presidente de Francia, en el marco de la Cumbre del G20 realizada en Canadá. La reunión se caracterizó, precisamente por los desacuerdos entre todos sus representantes.
Los medios que no reparaban en la chismografía (Sarkozy fue grosero, o Kirchner desubicada), intentaban dar una explicación a las diferencias.
El tema en el cual no acordaban era el de la reducción del déficit fiscal, como fórmula para superar “la crisis financiera” de los países.
Entre los medios oficialistas y “progresistas”, abonaban la idea de que la presidenta defendía la posición de no reducción del déficit fiscal, dada su vocación de “defensa de los intereses nacionales y populares”.
Sin embargo, para analizar los intereses que defienden los personajes de la política siempre hay que tener en cuenta, además de sus discursos, fundamentalmente los hechos que se generan en la toma de resoluciones.
En múltiples ocasiones nos hemos referido a la defensa de los intereses monopolistas que a diario ejercen la presidenta y su esposo y que acompañan fielmente todos los miembros del gobierno.
Pero en esta oportunidad, al tiempo en que la presidenta discutía con Sarkozy, su esposo, afirmaba ante todo micrófono que se le pusiera adelante, que impulsaría el veto al 82% móvil para las jubilaciones y a la finalización de la vigencia de los decretos de necesidad y urgencia que, entre otras cosas, les permite la utilización de los recursos millonarios que el pueblo con su esfuerzo crea, para poder repartirlos entre los monopolios, como lo viene haciendo desde que asumieron el gobierno y como lo hicieron los gobiernos que los precedieron.
Además, el mismo día de ayer, el gobierno dispuso de más de 1.200 millones de pesos para beneficio de los monopolios, metiendo mano a las arcas de la Anses, mediante el mecanismo de la emisión de títulos.
Entonces cabría preguntarse, ¿por qué la diferencia entre la presidenta y Sarkozy, si ambos defienden los mismos intereses?
Como ocurre en todas las reuniones intermonopolistas, si bien todos coinciden en defender sus intereses sin tocar sus porcentajes de ganancias, a la hora de las decisiones políticas, cada quien responde a la realidad que cotidianamente enfrenta como clase. Los monopolios que actúan en nuestro país, son concientes de las luchas y la movilidad de masas que está en ascenso, y de la debilidad política que tiene el Estado a su servicio, entonces consideran que no es apretando más la presión social cómo se deben resolver los problemas mundiales.
Por su parte, Sarkozy, como expresión de los monopolios que tienen por escenario la lucha de clases de Europa, todavía no tienen que enfrentar el mismo nivel de presión de masas que se registra en nuestro país, a pesar del ascenso de esos pueblos.
El gobierno de la presidenta Cristina de Kirchner, representante de los monopolios en el poder, se inclina más por seguir intentando por la vía del engaño y del doble discurso, y aunque eso cada vez tiene patas más cortas, no ve otra forma de encarar la gobernabilidad aunque cada día que pasa se les hace más difícil sostenerla.