La actitud tomada por los familiares de Carolina, la joven trabajadora embarazada que sufrió el reciente robo en la ciudad de La Plata, bajo el formato de lo que se da a conocer como “salidera bancaria”, quizás sirva como un elemento más para medir el verdadero estado de ánimo y conciencia de amplias capas populares.
Tras la muerte de su bebé, y cuando todos los medios del sistema se relamían esperando los consabidos reclamos de mano dura contra los pobres y marginados, de más represión, de más seguridad en mano de de los mismos que causan la inseguridad –todas expresiones que buscan apuntalar el terror y la paranoia para inmovilizarnos-, la propia familia de esta nueva víctima del sistema, se encargó de poner las cosas en su lugar.
Además de pedir castigo para los delincuentes –en el día de ayer y por la fuerte presión social se terminó “entregando” el “marcador” que estaba dentro del banco-, los familiares fueron más allá, responsabilizando al Banco como institución y al Estado de los monopolios por la indefensión total en que vivimos
Todo esto, llamando a la movilización permanente y activa para exigir como pueblo las soluciones que se nos niegan desde arriba.
Este es un nuevo ejemplo de que nuestro pueblo comprende cada día con más claridad que el involucramiento colectivo en la denuncia, la unidad y la lucha, constituyen el camino que nos va a sacar de esta situación -en que la inseguridad es una de las aristas más dolorosas-, y cada situación de la vida cotidiana así lo reclama.
Este ejemplo, como tantos otros quizás menos difundidos pero no por ello menos graves, nos señala que estamos asistiendo a una época signada por la búsqueda de respuestas a los interrogantes que atraviesan a nuestro pueblo de punta a punta.
La experiencia acumulada es mucha, tanto en calidad como en cantidad.
Lo que no hacemos nosotros no lo hace nadie.
El movimiento de masas viene realizando un ejercicio de poder en cada enfrentamiento, frente a cada hecho de barbarie con que este sistema golpea nuestra cotidianidad.
Ya hemos comprobado que no podemos esperar ningún tipo de solución del Estado monopolista, del Gobierno, de los políticos y alcahuetes del sistema, ni del orden institucional, todos preocupados únicamente por ver cómo aumentan sus fabulosas cuentas bancarias lo más rápido posible; y en todo caso, si se necesita alguna medida para la tribuna, acomodarnos con unas pocas migajas que se caen de sus banquetes.
Todas las conquistas que vamos logrando como pueblo las hemos obtenido luchando.
Este es el piso en donde estamos parados si miramos hacia adelante, viviendo este presente sin perder de vista el futuro.
Y como nuestra dignidad como pueblo no se negocia, comienza a recorrer todos los rincones cada vez con más insistencia la pregunta de qué hacer con esa fuerza, con esa potencia que estamos generando entre todos.
¿Cómo transformar toda esa rebeldía latente, toda esa experiencia, en una fuerza transformadora, qué pasos concretos podemos dar?
El primero y quizás el más importante es el que ya estamos haciendo rodar, no dejarnos correr con la vaina que tanto sirve al poder; el segundo que también está comenzando a funcionar es que juntos se puede, es decir, debemos avanzar en la unidad por barrios, por fábrica y por parque o cordón industrial, por sector y por cuanta otra falsa división podamos unir, confirmando así que todos los problemas que tenemos nos identifican como pueblo.
En donde, a través de la lucha y la unidad, logramos una conquista, ganamos todos, porque logramos más dignidad en nuestra vida al tiempo que retroceden quienes nos imponen esta vida que queremos cambiar.