Cargill es la principal firma mundial del negocio agroalimentario, factura U$S 117.000 millones al año en 67 países. Hugo Kranjc, el titular de la filial argentina de la multinacional cerealera se sentó con la presidente en Casa Rosada, quien le “dio” el visto bueno para seguir concentrando y centralizando capitales en nuestro país. Lo curioso del tema es cómo una multinacional “agroalimentaria” se dispone a construir una planta de biodiesel y otra de generación de electricidad en la provincia de Santa Fe.
Este gobierno de los monopolios es el instrumento político que les facilita los negocios altamente concentrados a empresas que, como Cargill, cubren un entramado de ganancias que trasciende el “campo”.
El control de biodiesel y de la generación eléctrica en una zona productiva como Santa Fe, implica avanzar en el control integral del negocio y someter a las grandes mayorías al precio monopólico de fuentes de energía básicas para la sobrevivencia de millones de seres humanos.
Otro ejemplo de ello es que el 26 de junio, Cristina Kirchner compartió en Toronto un almuerzo con el CEO de la minera internacional Barrick Gold Corporation, Peter Munk, con quien hizo acuerdos a espaldas del pueblo, con uno de los emprendimientos más atroces para nuestras poblaciones afectadas por este negocio.