Una vez más, el Chaco asiste a un conflicto que marca que el Gobierno administra los negocios de los monopolios y los problemas del pueblo no le interesan en lo más mínimo.
En la costa del río Paraná, a un paso del puente interprovincial Chaco-Corrientes, se ubica una pequeña comunidad, compuesta por unas 300 familias. La mayoría de sus miembros son pescadores artesanales y están vinculados en forma directa con el río. De ahí el nombre que ellos mismos pusieron al barrio: San Pedro Pescador. Están ubicados en el único sector alto de toda la costa, y llevan en la zona casi treinta años. Les ha costado mucha lucha obtener un mínimo de atención para conseguir los servicios básicos que corresponden a cualquier ciudadano. Tienen una pequeña escuela primaria y secundaria y una salita de salud que está en las mismas condiciones que hace décadas. Ellos ven cómo pasa la riqueza y la opulencia por la ruta del Mercosur, mientras sufren el desprecio de las autoridades y luchan cada día por sostener su trabajo y su modo de vida.
Sin embargo hace un par de meses, sin mediar aviso, se enteraron que era inminente la construcción de una gran obra, solventada por el estado provincial. Se trata de un complejo que tiene como centro un casino, y prevé extenderse con varios servicios afines (restaurantes, cines, etc.). Por fin, Capitanich y el presidente de Lotería Chaqueña, Daniel Pascual, se acordaron que existía este barrio. Según sus palabras, el emprendimiento se plantea ubicar en inmediaciones del barrio, pero cuando uno mira con detalle, ve que en realidad va a estar donde hoy están las casas de los vecinos. No aparecieron para colaborar con las cooperativas de pescadores, o para levantar las obras que tanto pidieron los vecinos, sino para dejar claro que había un gran negocio en marcha y no aceptarían oposiciones ni retrasos. La legislatura lo autorizó, el municipio declaró de interés el proyecto, y los pliegos de licitación ya habían sido presentados. Todo a espaldas de los habitantes del barrio, como si se tratara de un terreno desierto.
Pero la soberbia y la subestimación con que nos tratan como pueblo se da de narices con la decisión de alcanzar una vida digna que tenemos los chaqueños. Los vecinos se organizaron y empezaron a luchar. Hicieron sus asambleas, con participación plena y democrática. La decisión fue salir al costado de la ruta a manifestarse. Cuando finalmente las autoridades aceptaron escucharlos, les dijeron «No al Casino» y «Trabajo sí, timba no», al presidente de Lotería Chaqueña y sus funcionarios.
Las respuestas que ofrece el poder político y económico son las de siempre. Por un lado, se presentaron con la propuesta de regularizar la tenencia de las tierras de todas las familias, que ocupan el barrio pero no tienen títulos de propiedad. Vienen a darles lo que ya es de ellos. La idea es tener certezas sobre la disponibilidad de la zona, porque hay un negocio inmobiliario detrás del proyecto del casino. Por el otro lado, aparecieron los aprietes. En unos casos, con insultos y referencias descalificadoras de los funcionarios, en otros con intimidaciones a través de la amenaza de quitarles los planes y las becas a los pobladores. Pero cuando eso no alcanzó, trajeron a una patota que con rostros duros y puños cerrados defendió el proyecto frente al barrio movilizado.
La perspectiva es clara. El gobierno hizo una apuesta fuerte y no va a ceder fácilmente. Pero la decisión de los vecinos se basa en que si pierden esta pelea se quedan sin nada. No van a dejar que se rife el futuro de sus familias. La unidad, la movilización, la justicia del reclamo, son la garantía del logro del objetivo.