La vida sigue tras la muerte de Kirchner, y todo vuelve a la normalidad. Así se encargan de editorializar los medios, así se encargan de declarar todos los personajes de distinto pelaje, que nos dicen, tranquilos, el barco continúa su marcha.
Para reafirmar esto, no basta más que detenerse en la reunión cumbre de hora y media que el mismo jueves, en medio del velatorio, tuvieron el «compañero» Hugo Moyano, representante de los trabajadores con la cúpula de la UIA.
La cita fue en la sede de los camioneros, donde el anfitrión convocó a Méndez y a De Mendiguren para tratar la situación y los compromisos frente al futuro.
En esa reunión se habló de garantizar la paz social y no profundizar las disputas, lo que en buen castellano quiere decir, señores empresarios, les prometo frenar a toda costa los reclamos de los trabajadores y aceptar el orden actual, es decir, el orden de los monopolios y su dictadura.
Nada de aumentos salariales, nada de demandas de ritmos menos inhumanos, nada de recortes a la superexplotación. Si hasta por orden del mismo Moyano, Recalde suspendió el tratamiento del proyecto de ley de «reparto de las ganancias» en el congreso.
Si como solía decir Perón, la única verdad es la realidad, está visto que lejos de los discursos de la «profundización del proyecto nacional y popular» que remediará todos los males actuales, a su medida y armoniosamente, el modelo de liberación tan en boga por estos días en boca del progresismo vernáculo es esto: la profundización del poder de los monopolios y el engaño e intento de freno contra aquello que realmente preocupa y desvela al poder, la movilización y lucha obrera y popular.
Por más nombres pomposos y rimbombantes que le pongan, por más que invoquen a un pasado de lucha del que nunca fueron protagonistas, los caudillos del actual modelo siguen siendo el gobierno de los monopolios.
Hugo Moyano, su pasado como miembro del sector más reaccionario del peronismo y su presente como miembro del sector más reaccionario del peronismo, no dejan lugar a dudas.
El pacto social intentan resucitarlo hoy después de 35 años, después de su muerte en las gloriosas jornadas de julio de 1975. Ayer, los trabajadores lo derrotaron, hoy no va a ser más que una promesa vacía dicha entre personajes espurios en una sala de reunión de puertas para adentro.