Mientras las noticias mostraban un país que parecía paralizado, el pasado viernes paró la línea de colectivos 180, de la empresa La Vecinal de Matanza. Un asalto violento a uno de los colectivos, donde a los tiros rompieron parabrisas, lastimaron al chofer y a los pasajeros, fue el detonante.
El hecho ocurrió a las 2.00 de la mañana y a las 5.00 ya estaba casi toda la empresa parada, no por voluntad de los delegados sino por decisión de los compañeros trabajadores.
La indignación creció cuando se hizo presente el sindicato, que se reunió a puertas cerradas con los delegados, no sin antes recibir los insultos de los choferes, para luego realizar una asamblea y «resolver» ir, un grupo “selecto”, a acordar un acta al destacamento Puente 12 de la policía.
El grupo “selecto” se transformó en una caravana de tres coches llenos de choferes hacia ese lugar; una vez en la comisaría, pretendían que entraran a negociar sólo ocho delegados pero debieron abrir la puerta a todos los compañeros que habían llegado hasta allí. El acta se debió hacer y rehacer por la disconformidad de los compañeros, hasta que la misma expresara lo que los trabajadores exigían.
La conclusión es que no se confía que sea una solución definitiva, porque es más de lo mismo y todos saben que los papeles se cajonean. Pero la sensación generalizada fue que la experiencia de poder que ejercieron los compañeros no se la quita nadie y eso fortalece la construcción de las herramientas genuinas de los trabajadores y, una vez más, desnuda el papel desmovilizador y traidor de la burocracia sindical.