El Crecimiento del PBI este año superó al del 2008, y la burguesía prevé que en el 2011 “será aún mejor”. Algunos estiman que rondó en el 8,6%, y otros que estuvieron cerca del 10%. Independientemente de la exactitud de los datos, la catarata de ganancias fue fabulosa, al grado que algunos empresarios, sin ningún prurito, se pavonean públicamente de la plata que se hizo este año. Y esto no es timba financiera (más allá que la especulación es inherente a la explosión productiva que existe en el país); estamos hablando de la industria en todas sus gamas, incluida la minería, y por supuesto la producción agropecuaria que cada vez es más industrial.
En este marco le surgen una serie de dificultades a los monopolios que son interesantes analizar, porque desde ahí se desprenden las bases materiales que nos afianzan como clase, como trampolín hacia una ofensiva de luchas. Por ejemplo, es una preocupación central que están abajo en la cantidad de mano de obra capacitada en un 10,2%, porcentaje que crecerá probablemente el próximo año, lo cual les genera dificultades, según ellos, de capacidad operativa y técnica. Error.
Dos más dos son cuatro, aquí y en cualquier lugar del mundo. Leámoslo así: en términos capitalistas, a mayor demanda (la mano de obra es una mercancía), más sube el precio del producto, es decir, el salario de mercado. Ahora bien la burguesía siempre hace esta ecuación con respecto a sus mercancías, menos cuando se trata de la mano de obra, por esa causa se retuercen como víboras inventando “salidas políticas” para frenar esta ley natural del capitalismo.
Pero la lucha de clases no está hecha de números para una cosa y política para otras. Economía y política se corresponden en última instancia, una con otra, tanto desde los intereses de la oligarquía financiera como desde los intereses del proletariado. El choque de dos locomotoras en sentido contrario es inminente, nada más que una viene desvencijada y maltrecha (los monopolios), porque la crisis política de querer convencer de sus veleidades y soluciones que aquejan al pueblo, no tienen ya ningún tipo de credibilidad. Hoy ya no pueden engañar a nadie. Y por el otro, el proletariado y el resto de los asalariados tenemos todas las conquistas por delante, con una situación diametralmente opuesta a la conocida en la década de los ’90 donde, detrás de un puesto de trabajo, había miles de trabajadores que competían entre sí. Fue en la época en que ellos masificaron e institucionalizaron los contratados y los tercerizados, aprobaron las leyes de flexibilización laboral, y se instaló en la burguesía el “si no te gusta te vas”, y éramos obligados a trabajar la cantidad de horas que ellos querían, y después nos suspendían…y así, dale que dale. Un abuso total. Ni hablar del salario, y menos aún, organizarte y luchar. En aquellos años, los trabajadores estábamos a la defensiva materialmente.
Pero hoy no es así. Los negocios que tienen por delante son fabulosos, y es el momento óptimo para ir por lo que es nuestro. Venimos haciendo un ejercicio importante de lucha y conquistas y se van tomando iniciativas en la disputa. Se producen hechos de masas con carácter ofensivo, aunque por ahora aparezcan como expresiones aisladas, pero hay una variante esencial y sustancial, que lo que está quebrado es este sistema de vida. Las luchas por los reclamos, si están imbuidas de una política revolucionaria de lucha por el poder, es el ejercicio que nos condiciona día a día, nos ejercita, nos hace acumular fuerzas, para que los golpes sean cada vez mayores. Y simultáneamente el enemigo se va debilitando, y sus crisis son cada vez mayores.
Están dadas todas las condiciones objetivas para pasar a una ofensiva. En horas, en días, se van a condensar años de acumulación y de masticar bronca, y de ejercitar experiencias que aunque, aparentemente, intrascendentes o débiles algunas y frustrantes otras, son las que nos van permitiendo acumular fuerzas de un poder incalculable que anidan, aparentemente ocultas, en nuestra clase y en nuestro pueblo. Nada de lo que venga nos debe sorprender.