Las declaraciones públicas de la Presidente Cristina de Kirchner y el candidato Eduardo Duhalde son categóricas. Desde la tribuna “nacional y popular” hasta la del peronismo “disidente”, coincidieron en condenar la lucha callejera y la creciente ola de movilización que recorre todo el país. Sea con la excusa de la inseguridad o la de imponer el orden, ambas expresiones de estos personeros de los monopolios apuntan, desde una supuesta imagen de preocupación por los problemas del pueblo, enviar un mensaje al propio frente interno burgués en medio del desconcierto y la agravada crisis política que se advierte en el gobierno y en todo el arco político de la burguesía ante el alza de la lucha de las masas. ¿Es que resulta que ante la inflación, el aumento generalizado de las mercaderías, los reclamos por las miles de derechos y necesidades, la única respuesta del gobierno de los derechos humanos son las amenazas de palos y balas? Evidentemente, así son las cosas.
Pensar que sacando seis mil gendarmes a la calle o aludiendo a la represión directa se va a poder amedrentar al movimiento de masas, significa un absoluto desconocimiento de la situación política de la lucha de clases que, en nuestro país, muestra un vigor que crece día tras día; es subestimar en toda la línea la capacidad política de nuestro pueblo.
La burguesía monopolista sigue adelante con sus proyectos de negocios para el 2011; la firme determinación demostrada por la clase obrera y otros sectores asalariados en todo el país en la finalización de este año, hace prever que el año que se inicia será una continuidad y un aumento de este proceso. La burguesía sabe que allí está su enemigo de fondo, el proletariado industrial y, en medio de la profunda crisis política que atraviesa el sistema capitalista, lo único que manifiesta es el enorme miedo a lo que se viene.