Para los creyentes y para los que, por la fuerza de la costumbre, se reúnen en familia y con amigos les deseamos lo mejor.
Independientemente de toda manipulación que hace el poder de todo este festejo, nosotros pueblo, nos reunimos en nuestras casas con esperanza, con ideales de un futuro mejor.
Esto es verdadero, es nuestro, no entra la “mercancía”, entran valores de una sociedad que trabaja, que produce y a la vez no disfruta ni goza de lo hecho con sus propias manos.
Aquí pesan los sentimientos encontrados, por un lado dolor, por otro, la alegría de saber que la lucha por una justicia social nos dignifica, nos hace más personas.
Somos esencialmente optimistas por nuestro futuro, sustentado en un pasado de padres y abuelos comprometidos por una sociedad mejor que garantizaron, en las peores condiciones políticas y sociales, la transmisión de experiencia de lo mejor de la lucha que hemos tenido.
Hoy brindamos porque los primeros brotes de ese sembradío comienzan a tener el vigor revolucionario necesario para cambiar las cosas radicalmente.