Producir alimentos para combustibles es una de las aberraciones más grandes de este sistema capitalista en un contexto en el que más de la mitad de la humanidad vive bajo la “línea de pobreza” con hambre estructural que viene de generaciones anteriores y que camina hacia un aumento del mismo debido a las leyes de la concentración monopolista.
Como se sabe, los alimentos son productos que por su naturaleza, y por la razón arriba expuesta, siempre tienen demanda, es decir siempre se venden. Eso implica que sus precios estén determinados por los costos de producción más elevados, dado lo cual, el capital que produce a menor costo es el que más ganancia relativa tiene.
Los alimentos, los granos en este caso, forman parte de las mercaderías que en el mercado internacional se conocen como commodities. Estas tienen la característica común de tener precios que siguen las leyes del monopolio, es decir que tienden a subir en relación a los precios de las demás mercancías, incluido el dinero. Y como pueden almacenarse por períodos prolongados, son objeto de especulación, lo cual impulsa nuevamente sus precios hacia arriba.
Todos los trabajadores de este país y del mundo comprobamos esta situación diariamente, cuando con nuestros magros sueldos adquirimos, cada día que pasa, menor cantidad de productos de primera necesidad, sobre todo, los alimentos.
Esta es la prueba más clara e indiscutible de que la organización del sistema capitalista basada en la obtención de ganancias, genera más pobreza y más injusticia en la distribución de la riqueza que tiende siempre a ensanchar las diferencias entre capitalistas y trabajadores.
Pues bien. La presidenta, ayer, puso la piedra fundamental para la construcción de una nueva planta de producción de biodiesel en la ciudad de San Lorenzo, lindera a la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe. La actual produce 240.000 tns. anuales y con esta nueva se llegará a una producción de 500.000 tns. por año.
El empresario que aparece como cabeza de la misma no es otro que Eurnekian, viejo conocido hombre de los monopolios integrante del capital financiero internacional.
En un encendido discurso, la presidenta dijo con entusiasmo que “eso es lo que pretendo a lo largo y ancho del país”, “agregar valor a los productos primarios”, porque eso “genera fuentes de trabajo” y acerca pasos a una “mejor distribución de la riqueza”.
A nadie le puede sorprender que una fábrica que utiliza soja como materia prima, fomentará la producción de ese grano para abastecerla. Esto, en buen castellano, significa que la presidenta está contenta con aumentar la producción de soja.
¿No se trata de la misma presidenta que denunciaba a la “patria sojera” en ocasión de las masivas movilizaciones de sectores agrarios y pueblos del interior contra la resolución 125 que pretendía aumentar las retenciones sobre la exportación de dicha oleaginosa?
En aquel momento, nuestro partido denunció que esa resolución se había decidido en las oficinas de los grandes monopolios de las comercializadoras mundiales de granos y que tendía a una enorme vuelta de tuerca en la concentración de la producción agraria.
Ahora con el impulso a la instalación de más fábricas de biodiesel no sólo se fomenta mayor producción de soja, sino que se resta a la alimentación el destino de dicho producto y se promueve la elevación de los precios del mismo, pues cuando no haya demanda de granos a nivel mundial para exportación, la producción de soja encontrará salida en las fábricas de biodiesel, dado lo cual la falta de demanda en un mercado encontrará demanda en el otro, y por lo tanto se reducirá aún más la posibilidad de que los precios bajen aunque sea por cortos períodos. En consecuencia el valor de estos granos incidirá en el valor del resto de los alimentos empujándolos hacia arriba.
Esto repercutirá negativamente en el poder adquisitivo de nuestros bolsillos para comprar alimentos, ensanchando aún más la diferencia en la distribución de las ganancias. ¿Esto es el progreso del que tanto se vanagloria la presidenta?
En síntesis, la necesidad política del gobierno de exhibir sus “logros” de crecimiento, fomento de industrias y otras “glorias” como la apertura de “fuentes de trabajo” con sueldos de hambre y condiciones de superexplotación para unas decenas de personas a costa de condenar a millones al hambre y a mayor carestía de la vida, hace que se digan discursos que no resisten el archivo y que contradicen toda la palabrería “nacional y popular” detrás de la cual se esconden negocios millonarios para los monopolios y más pobreza para el pueblo.
Un buen final para el discurso de la presidenta Cristina Fernández Vda. de Kirchner sería: “Produzcamos alimentos para quemar”.
No obstante, es propicio señalar que todas estas medidas económicas y políticas las están tomando en un contexto de auge creciente de luchas populares en las que no se les da respiro, por eso es bueno recordarles a estos señores que el que escupe para arriba se moja con su propia saliva.