El momento histórico que estamos viviendo los pueblos del mundo es una genuina expresión del grado de crudeza de la lucha de clases. El hartazgo, la indignación y la búsqueda de cambios de fondo se están transformado en la herida más honda del sistema capitalista y profundizando como nunca antes sus contradicciones. El desprestigio y la falta de confianza en las instituciones del Estado y de todo el andamiaje explotador de la oligarquía financiera mundial, son junto a las avasallantes protestas populares de los cinco continentes la causa principal de la crisis política y de sus guerras intestinas, son la señal más clara de que los pueblos estamos protagonizando un camino de cambios revolucionarios.
La calidad y la cantidad de las luchas de este último semestre, expresan sin duda una mayor participación de los trabajadores y el pueblo, profundizando y desarrollando la democracia directa y la autoconvocatoria, confiando en las propias fuerzas, organizándose por fuera de la tutela de las instituciones del sistema, rompiendo con lo viejo. Ejemplo de ello son los metalúrgicos de Córdoba, trabajadores portuarios de San Lorenzo, los textiles de Reconquista, estudiantes secundarios, las numerosas organizaciones sociales que enfrentan de mil modos el saqueo y destrucción de nuestros recursos naturales, etc., la candente lucha de los petroleros, docentes y vecinos autoconvocados, que llevan adelante una gran lucha, a la que ahora se suman la huelga de los trabajadores pesqueros en Chubut, uniendo en un solo torrente los reclamos reivindicativos de cada uno y la lucha por la dignidad y la democracia real.
Precisamente porque tiene abrochados multimillonarios negocios y porque extrae enormes ganancias, la burguesía monopólica, no va a ceder en sus iniciativas de dominación. Frente a la calentura creciente, sabe de su debilidad política y de su desprestigio frente a los millones explotados, y tiene bien claro que estos ejemplos se generalizan; por ello, el chantaje, el engaño, el ocultamiento, la tergiversación y la represión son sus herramientas para frenar el avance de las luchas en nuestro país. Tiran una y mil versiones: que se van a producir a otro país, que van a despedir o suspender, quieren imponer el miedo, la inestabilidad y la división (que en algunos casos lo logran) para que agachemos la cabeza y nos dejemos explotar más todavía. Es por eso que hacen estas intentonas, ya que saben que si nos retobamos, la producción (que ya está vendida de antemano) no sale y se les pudre la fiesta.
Es claro que frente al pueblo argentino su correlación de fuerza es cada vez menor. Las recientes elecciones en Capital manifiestan que el 30 % del padrón no fue a votar, sin contar los miles de votos nulos y de protesta que ha habido. La pérdida de terreno de su dominación es más que evidente pero, los trabajadores debemos seguir ganando terreno. Debemos tener bien claro que la lucha que desatemos en nuestro lugar de trabajo, barrio, escuela, etc., se suma a este torrente revolucionario que asoma y que crece día a día, como también debemos tener claro que todo lo que sumemos en unidad y organización autoconvocada (que es el método más genuino que el pueblo creó para romper con la democracia burguesa), debilita más aún a nuestro enemigo común para ganar la correlación política de fuerzas necesarias, para avanzar a los cambios de fondo que los trabajadores y el pueblo ya estamos demandando.
Organizarnos autoconvocadamente con nuestros compañeros de trabajo, romper el aislamiento y unirnos también con los trabajadores de las fábricas, talleres y barrios vecinos que rodean los centros de producción y parques industriales, con los docentes, trabajadores de la salud, y estudiantes, es la llave más poderosa que tenemos como clase y como pueblo para dar pasos concretos en el camino de la unidad popular desde abajo.