Desde siempre, la burguesía ha pretendido identificar el ejercicio de su poder con un consenso popular.
Con esa forma de plantear las cosas, para ellos, el pueblo argentino fue conservador, luego radical, después peronista, más tarde golpista y admirador de los militares y, últimamente, en forma sucesiva, radical, menemista, ¡delarruista!, y varios istas en el medio, hasta hoy, que se ha convertido en kirchnerista. ¡Qué útil que les resulta el sufijo “ista” para mentir o pretender vivir de la ilusión de que no hay lucha de clases!
Para ellos, siempre el pueblo fue tirado desde los agujeros de su nariz por una mano burguesa, inteligente y capaz que lo llevó de un lado para otro, engañándolo, atormentándolo, aprovechándose de su incapacidad de pensar, razonar y de defender sus intereses.
Con esa forma de pensar, las luchas y puebladas extraordinarias que han gestado la clase obrera y demás sectores populares, son apenas pequeños desbarrancamientos en el camino, que ni siquiera tienen que ver con la historia.
Es con estos razonamientos, con los que tratan de explicar los resultados electorales: si votaron a Kristina, es porque el pueblo está de acuerdo con lo que ellos llaman “el modelo” y porque adhiere a la figura de la presidenta.
Deberían explicar entonces por qué, siendo la base de este modelo, el achatamiento del salario, el empeoramiento de las condiciones de trabajo, la utilización de los millonarios recursos que recauda el Estado a favor de los monopolios y contra las necesidades y aspiraciones del pueblo, la falta de seguridad y perspectiva para los jóvenes y las familias, la pobreza y el olvido para los jubilados, las masas manifiestan su desacuerdo y oposición creciente y sostenida a ese “modelo”, con sus luchas permanentes, la autoconvocatoria, el rechazo a las instituciones estatales como vía para encontrar la solución a sus reclamos, la organización independiente de esas instituciones a las que todo el mundo desprecia y les desconfía.
Se ponen contentos porque en las dos últimas elecciones se había presentado el 76 % a votar y, en esta reciente, lo hizo el 77%. Se olvidan que hicieron votar a los jóvenes de 17 años. Agitan como un triunfo que el 23% no fue a votar. Lo mismo pretenden hacer con los más de un millón de votos en blanco o impugnados… Y todo esto con los números oficiales que gozan de justificada sospecha. ¡Qué pobreza política, qué debilidad, qué asco! (en la web oficial se publica hoy que el caudal de votantes estuvo en el 75%)
Deberían explicar por qué, en donde perdió el kirchnerismo, ahora ganó ¿quién…?, el kirchnerismo, como los casos de Córdoba, Santa Fe, Capital Federal, Chubut, Tierra del Fuego, y otros.
Casualmente… ¿Casualmente? En todas las elecciones provinciales, ganaron los oficialismos, es decir los que estaban.
Es que, como lo venimos diciendo, todos ellos son un sólo partido político: el partido de los monopolios. Ningún candidato ofreció una política diferente a la que está llevando adelante el gobierno de turno. Las viejas y desgastadas figuras o caricaturas son las mismas. Es que todos disputaban entre sí, no para cambiar algo del “modelo”, sino para agarrar el queso y cobrar las suculentas comisiones que los dueños del poder le otorgan por sus servicios. No vengan con que izquierda, derecha, centro, superior, inferior, anterior o posterior. Hemos comprobado que los represivos son los que critican la represión que hace el otro, y los demócratas son los que reprimen lo que los otros no se animan a hacer. Los de derecha son de izquierda y los de izquierda, de derecha, a la hora de enfrentar las luchas populares.
Ante ese panorama, ¿cuál es la opción electoral para beneficio del pueblo? ¡Exactamente: Ninguna!
El pueblo argentino ha mostrado, una vez más, su madurez política. No vengan con otros collares que ya usamos, se trata del mismo perro. Entonces, no habiendo posibilidad de cambio posible, para estas elecciones dejemos a quien está.
Antes de las elecciones, durante las elecciones y después de las elecciones, nada cambió esencialmente en esta contienda. Los enemigos son los mismos, y entonces el camino hay que continuarlo, generalizarlo y profundizarlo.
La única salida posible para satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones es, precisamente, el camino de la lucha, la conquista, la movilización, la autoconvocatoria y la democracia directa, que están forjando la clase obrera y el pueblo. Ninguna expectativa sobre las elecciones.
Dejemos a la burguesía, sus escribas y comentadores, la ilusión de que el pueblo adhiere a sus “modelos”.
Nosotros nos acordamos de todos aquellos personajes a cuyos apellidos se les agregó el sufijo “istas”, y de cómo tuvieron que dejar sus gobiernos: unos desprestigiados y como cadáveres políticos y otros, corriendo como ratas por tirante.