Nuevamente, la lucha por el aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo ponen sobre la mesa los problemas fundamentales de nuestro pueblo. No menor es el espectro que se abre por temas tan preciados, como la seguridad o el medio ambiente y tantos otros que, de una y otra manera, mantienen en vilo los planes de la oligarquía financiera y su gobierno de turno.
Nuestro Partido está alentando y participando de estos procesos de reclamos, somos parte de ese dolor mayoritario ante las injusticias de todo orden. Pero los argentinos, en estos momentos de crisis políticas por arriba, tenemos que enfrentar los nuevos problemas políticos que tenemos por delante.
Ya no se puede hablar de ausencia de una salida o ausencia de un proyecto revolucionario, entendemos que el mismo ha comenzado a rodar desde hace un largo tiempo. Sin embargo, creemos que ese proyecto revolucionario aún no ha llegado masivamente a la razón y al corazón de nuestro pueblo. Las luchas reivindicativas están a flor de piel, de norte a sur y de este a oeste, pero se hace perentorio acumular esa protesta, ese enojo generalizado, en un proyecto revolucionario.
Por éstas horas el “gobierno popular” concentra fuerzas represivas en Santa Cruz contra la experiencia de lucha más avanzada de nuestro pueblo; pero lo que no entienden éstos señores es que los tiempos vienen cambiando y las fuerzas represivas en torno a las fuerzas armadas y toda la tropa institucional en danza, no podrán amedrentar las almas que hace años vienen luchando por su dignidad. Sacar las fuerzas represivas es un símbolo de debilidad política, no han asimilado que la masividad de la protesta es un arma letal que posee nuestro pueblo, que difícilmente dejará pasar por alto tremenda afrenta.
Del lado del pueblo, urge caminar hacia la unidad en el marco de la lucha, de la movilización permanente de todo el pueblo, urge materializar todas las fuerzas que se han acumulado durante años, para presentar batalla en el marco eminentemente político.
Las fuerzas organizadas de nuestro pueblo son muchas y de calidad, tendremos que caminar para afianzar la confianza en el camino de la unidad, preservando el ideario de la democracia directa, de las metodologías autoconvocadas, que ya son instituciones del pueblo, e ir marchando juntos a un nuevo tipo de poder de carácter popular y revolucionario sosteniendo la movilización y el estado deliberativo, como armas fundamentales y capaces de engrosar las filas del proyecto revolucionario.
Miles de brotes organizados sacuden las estructuras de los monopolios, como recientemente en Mendoza (ver artículo de ayer), o la explosión social en Jachal; detrás de todo este arsenal popular hay hombres y mujeres, hay organización, hay ideas de cambio y hay dignidad. Por allí está viniendo el aire de cambio y llegó el momento de unir ese gran torrente con consignas claras y unificadoras para todo los sufrientes sin importar a quien se votó o se dejó de votar. Las elecciones son un acto pasajero y nada más, nadie tiene el derecho de adjetivar a quién de una u otra manera si fue a emitir su voto, o qué lo movió a hacerlo. Lo cierto es que nuestra sociedad está encontrando los caminos, las vetas que superan ampliamente las banderías políticas, el sectarismo, la división que propone el parlamentarismo burgués, el que nos quieren imponer los que nos dominan.
Tenemos que hacernos fuertes en nuestro terreno, el más amplio, el más sentido, el que propone la unidad para la acción en las conquistas políticas y reivindicativas que son en definitiva las que no dejan en paz al poder de los monopolios y su gobierno. La unidad de todas las fuerzas en lucha, movilizadas, enfrentadas a los monopolios hay que comenzar a tejerla de lo pequeño a lo grande. En cada lugar en donde se encuentra el pueblo, hay disposición desde la lucha, a unir fuerzas. Hay que convocarlas con consignas bien sentidas y unir tras ellas, rompiendo las paredes divisorias que por años nos impuso el sistema y lanzarnos a más lucha, a más organización, que posibiliten una sana acumulación de fuerzas hacia un cambio de poder.