Nuevamente la alianza entre empresarios, gobiernos y sindicatos, volvieron a invitarnos al circo de la “discusión salarial”. Los medios anuncian que luego de una ardua disputa lograron ponerse de acuerdo en el valor del salario mínimo. Los sindicatos planteaban un 41% y los empresarios un 18% hasta que llegó la gran conciliadora, la presidenta, ¿y a que no saben por cuánto logró el acuerdo?, sí señor, un 25%. Es decir, $2300 de salario mínimo.
Da asco ver cómo quieren montar una escenografía para pretender instalar un salario miserable en la Argentina. El gran acuerdo significa, según ellos, que con $2300 una familia puede vivir.
El 70% de los asalariados en la Argentina no supera el sueldo mínimo. En realidad lo que intentan lograr con este acuerdo es chantajear a la clase obrera. Es decir, que si un trabajador, luego de haber trabajado entre 8 y 12 horas diarias y se lleva en su bolsillo $3500 a fin de mes, tendría que leerse, según ellos, como un gran beneficio, ya que cobró por arriba del sueldo mínimo. Al igual que si un obrero que cobra $7000, luego de haber generado millonarias ganancias para la empresa con su producción, tendría que estar tranquilo y contento, ya que el salario mínimo es de $2300.
El “gran acuerdo”, no es más que la intención de la oligarquía financiera de intentar condicionar la verdadera disputa de salarios, que se dan todos los días a partir de la lucha de clases.
Cristina Kirchner en su discurso anuncio que “no quiere excesos en los aumentos, porque hay que actuar con seriedad y responsabilidad” y que “no quiere que se espanten a los empresarios y a las inversiones”. La presidenta “popular y de los derechos humanos”, quien declaró oficialmente que su patrimonio en la Argentina está por arriba de los 70 millones de pesos, no quiere excesos.
Pero como venimos anunciando, la lucha de clases en nuestro país está en alza; ellos pueden hacer los anuncios que quieran pero, en última instancia, donde se deciden los acuerdos salariales y se dan las verdaderas disputas es en la lucha y la movilización permanente que la clase obrera y el pueblo ya han desatado.