Frente a la presión de los trabajadores petroleros que avanza en la lucha por sus reclamos, con paros y cortes de ruta, las empresas del sector salieron a anunciar que “se podrían ir del país”, con el único objetivo de tratar de amedrentarlos.
¿Que significaría que se vayan de país? Significaría desprenderse de los beneficios impositivos, que les brinda el Estado; también significaría desestimar millonarios subsidios con que los beneficia el gobierno de Cristina Kirchner. También estarían rechazando la posibilidad de producir en un país como el nuestro, donde los sueldos están en pesos cuando ellos exportan en dólares. Así también, dejarían de vendernos nuestro combustible a un valor de exportación. Y por sobre todas las cosas, rehusarían a continuar robando nuestros valiosísimos recursos naturales, en medio de una crisis mundial por el petróleo. ¿Alguien cree en la posibilidad de que abandonen todas estas prebendas?
Veamos por dónde pasa la cosa. Ahora se dieron cuenta de que difundir las inversiones y los planes que tienen en nuestro país les resulta perjudicial para sostener sus mentiras y chantajes, cuando amenazan cerrar sus puertas y despedir compañeros. Así es como los gobiernos provinciales (particularmente el de Tierra del Fuego que hizo punta), hicieron secretos los contratos petroleros y prohíben su difusión en los medios de prensa. Así también, la Secretaría de Hidrocarburos obliga a las partes que negocian contratos petroleros, a suscribir un contrato de confidencialidad que impide el conocimiento público de las condiciones en que se desarrolla la negociación. El objetivo es que no se hagan públicos los fabulosos beneficios y las millonarias ganancias que obtienen las petroleras a partir de las dadivas del Estado, de la explotación de nuestra clase obrera y del robo de nuestros petróleo.
Es muy contradictorio que si se quieren ir, vengan realizando fabulosas inversiones en este último tiempo. Para repasar un poco, REPSOL invirtió 270 millones de dólares, en enero de este año, tras el descubrimiento de un yacimiento de petróleo no convencional equivalente a una producción de 150 millones de barriles, en la formación Vaca Muerta, en Loma de la Lata, en la provincia de Neuquén.
Lo mismo hizo Pan American Energy, que desembolsó 65 millones de dólares a principio de año, en la Planta Compresora San Pedrito, en la provincia de Salta. En tanto, las dos compañías petroleras más grandes de China, CNOOC y Sinopec, ya invirtieron 9.429 millones de dólares en la Argentina entre 2010 y principios del 2011. Lo mismo ocurre con la petrolera Total Austral, filial argentina del grupo francés TotalFinaElf, que invertirá US$ 100 millones durante los próximos cinco años en la exploración de hidrocarburos en Neuquén. Y así podríamos seguir enumerando empresa por empresa, desnudando cómo están clavando sus colmillos en nuestro país.
La realidad es una sola. Ellos tienen millonarios planes de explotación en la Argentina, que se chocan con nuestros intereses de clase y no pueden detener la avanzada en la lucha por nuestros reclamos y nuestra dignidad.
Mientras los grandes monopolios pretender acrecentar sus beneficios a costa del achatamiento de nuestros salarios, los trabajadores nos estamos organizando y luchando para tomar un rol protagónico en la toma de decisiones de nuestro futuro.
El anuncio de una posible “retirada”, no es otra cosa que un nuevo signo de debilidad.