Frente a los conflictos políticos, reivindicativos y sociales llevados adelante por los trabajadores petroleros privados, petroleros jerárquicos, camioneros, docentes, conflictos en los yacimientos y manifestaciones sociales en la cuenca austral y particularmente, en el norte de ésta, el Estado y sus gobiernos han respondido con una política de ajuste de cuentas a toda la población, para lograr dividir y aislar a los trabajadores de el conjunto de la sociedad.
Son parte del paisaje cotidiano de la región: el despido cotidiano de trabajadores, el no pago de los miserables salarios de las cooperativas de trabajo de los desocupados y los planes sociales, la falta de especialidades medicas en los hospitales (dejando a la población en estado de abandono de persona), la permanente falta de agua por “problemas de infraestructura”, la permanencia intimidante en las rutas y calles de la gendarmería, la infantería y la policía de la provincia; y la prisión y el acoso de las fuerzas represivas a los dirigentes obrero. Todo esto se en el marco de una permanente movilización del conjunto de la sociedad.
El paro de los petroleros tiene parada la producción de crudo desde abril. Su levantamiento (por diez días) en espera de una respuesta “institucional” en cuanto a la normalización del sindicato, da un tiempo para repensar los caminos para la reconquista de nuestros derechos políticos de libre agremiación.
Para aportar a esta reflexión, debemos decir que nunca en los más de 100 años de la historia de movimiento obrero, nuestros derechos fueron concedidos de “arriba”. La burguesía nunca concedió nada por su cuenta, porque toda concesión va en desmedro de sus ganancias e intereses políticos. Todo fue logrado con la lucha, que en este caso es larga y mucha, imponiendo a nuestro enemigo de clase una política de hechos consumados con nuestra propia organización, nuestras propias estructuras, nuestros propios dirigentes, todos nacidos al calor de las luchas.
Venimos comprobando diariamente, que todo lo que venga del Estado y de los políticos del sistema es tramposo. No regalan nada y, si es posible, intentan engañar y poner trabas. Las estructuras que nos ofrecen son como un agujero negro, se devoran todo, corrompen todo, las cooptan como una gerencia más de los monopolios y de inmediato se convierten en voceros de los intereses patronales y no nuestro. Así y todo, hemos sabido también derrotarlos y avanzar a través de esos intentos fraudulentos, usando sus propias armas volviéndolas contra ellos, minando sus propias cuevas y rescatando entre las mismas a los compañeros honestos que estaban engañados o vacilantes, y cuando eso no fue posible, se las quebramos volviéndolas inútiles. Las experiencias allí están, frescas todavía, y las registramos en nuestro propio pellejo.
Tenemos en nuestro haber un método que ya es patrimonio de todos los trabajadores y el pueblo; la democracia directa que nos ha servido para afrontar y resolver colectivamente cada una de los retos que nos impuso la lucha. Este mismo método lo debemos implementar en lo más profundo de nuestra organización que nos imponen para el trabajo. Eligiendo a nuestros delegados por fuera de las trampas de las listas de “candidatos” que tienen como objetivo dividirnos desde abajo. Todos los trabajadores, más allá de la preferencia política, tenemos los mismos problemas y las mismas necesidades.
Permitiendo así la verdadera democracia y el máximo control y, de ser necesario, la destitución de quienes no honran los cargos que asumieron.
Los cuerpos de delegados y la comisión interna que representen verdaderamente nuestros intereses, se los debemos imponer a la empresa como legítimos y legales, más allá de la legalidad de los papeles y leyes del sistema.
Sólo por este camino recuperaremos la libertad de luchar para satisfacer los derechos colectivos y así poner una bisagra que doble esta historia a que nos someten el poder de la burguesía monopolista y sus políticos mercenarios.
En la medida que recuperemos nuestros derechos políticos, estamos ensanchando un camino de construcción nacional para que crezca el movimiento revolucionario que, a lo largo y ancho del país, está luchando por las más diversas conquistas.
Todas ellas pueden unirse políticamente, desde abajo, con la convicción de que nuestra lucha es la misma que la de nuestros compatriotas. Todos queremos una vida digna y todos somos capaces de conseguirla si nos fijamos ese objetivo.