Los intrépidos “investigadores” de la Bonaerense no dejan de sorprender. La última que se mandaron es acusar por el crimen de la niña Candela a un tornero de 75 años, que se traslada en bicicleta todos los días por su barrio para realizar sus trabajos. Los vecinos del barrio plantaron perejil en la puerta de la casa de la familia del tornero. No se puede agregar mucho más a tan contundente expresión de rechazo a algo que aparece, por donde se lo mire, como una nueva muestra de que la Policía Bonaerense, los fiscales, el poder político, hacen de todo, menos buscar a los verdaderos culpables.
Si algo faltaba para confirmar la sospecha popular de que este caso involucra a la policía y a los más altos niveles de decisión política, la orientación que se le está dando a la investigación para involucrar gente inocente, le pone el broche de oro. No es la primera vez que pasa ni la última que pasará. Estamos en presencia de fuerzas de “seguridad” que están metidas hasta el cuello en el delito y en el negocio para “combatir” a ese delito. Y todo amparado desde un Estado que está al servicio exclusivo de los negocios de los monopolios, que son lo que proveen de equipamiento de todo tipo a las fuerzas represivas, para que todo siga peor que antes.
En todos los barrios del conurbano se sabe dónde, cómo y quién vende la droga; se conocen los desarmaderos; dónde funciona la prostitución y el juego clandestino. Sin embargo, todo forma parte del paisaje cotidiano del pueblo. “Todo se sabe y la policía no hace nada” es la frase popular más común en cualquier barriada del Gran Buenos Aires, de la Capital Federal y de cualquier parte del país.
El desamparo en este aspecto es el mismo que sufre la población a la hora de atenderse en un hospital público, donde hasta el alcohol y la gasa hay que llevar; o en cualquier escuela estatal donde el subsidio que se recibe del Estado para la merienda o la comida de los pibes, es una cifra irrisoria al lado de los subsidios que ese mismo Estado le otorga a las empresas de todo tipo; o a la hora de viajar en condiciones infrahumanas, en colectivos y trenes que reciben dinero del gobierno y dan un servicio de pésima calidad.
Los gobernantes siguen en su camino. Scioli llevando cámaras para mostrarse al lado de los familiares de Candela. Cristina Kirchner visitando a una vecina de La Matanza después de haberle garantizado a la multinacional Mercedes Benz más subsidios para que sigan adelante sus fenomenales negocios. Y todos contentos porque ganan elecciones, creyéndose que el pueblo está feliz. La subestimación es gigantesca.
Por eso cada vez más contingentes del movimiento de masas se lanzan a la búsqueda de una verdadera salida a toda esta situación. Por allí está pasando la verdadera búsqueda política de importantes sectores populares, bien pegados a los problemas concretos de la vida que hay que resolver todos los días, y bien lejos de la farsa que los de arriba montan intentando mostrar un país viento en popa. Con la herramienta de
La lucha y la movilización como principal sostén y el encuentro de esa lucha con la ideas de la revolución, por un cambio profundo y verdadero de todas las estructuras corruptas e inservibles de este país.
Los que buscamos que ese movimiento revolucionario siga creciendo debemos mantenernos firmes en ese camino, bien a contramano del camino de ellos, para seguir fortaleciendo a la única oposición que existe en este país, la oposición revolucionaria que nace en la calle y en la lucha.