La presidenta Cristina Fernández Vda. de Kirchner llegó ayer a la ciudad de Rosario, para inaugurar el edificio del Instituto de Biología Molecular. Dicho instituto, viene funcionando sin edificio desde hace veinticinco años. Es decir que, tanto el personal como los elementos, aparatos y documentación que se utilizaban y producían, estaban dispersos en varios lugares.
Ya con el edificio funcionando todo ello va a concentrarse en su interior. Con lo cual se va a facilitar también el desarrollo de las investigaciones que se podrán efectuar en forma más ordenada y eficiente. La presidenta destacaba esto como “un avance extraordinario para la patria gracias al modelo nacional y popular”.
En diálogo con una radio local, el director del Instituto, Alejandro Vila, mencionaba los tres ejes con los cuales se va a trabajar. Dos de los cuales son: a) biotecnología y biología vegetal molecular y b) aplicaciones biotecnológicas centradas en la energía renovable.
Explicaba Vila que el punto a) refiere a las semillas transgénicas para potenciar los cultivos, y el punto b) refiere al desarrollo del biodiesel y otros combustibles derivados de los vegetales.
Si analizamos la orientación de los ejes investigativos es coherente deducir que la euforia de los investigadores y científicos que tanto tiempo han ansiado contar con un instituto para poder desarrollar los conocimientos y aptitudes vocacionales en nuestro país, va a ir naufragando en el mar de las estrechas márgenes que imponen los intereses de los negocios monopolistas mundiales ligados a la agroalimentación.
Recordemos que pocas semanas atrás la presidenta llegó a Rosario para inaugurar una planta de biodiesel regenteada por Eurnekian y que hace poco más de diez días, entre bombos y platillos, lanzó lo que pomposamente llamó el Plan estratégico agroalimentario (ver nota del 08-09-2011 en esta misma página). Ninguno de estos hechos fue casual. Todas son patas de un gran negocio transnacional que moverá millones y millones de dólares de los cuales, como pueblo, no veremos ni un céntimo.
Los negocios de la soja y demás granos (para alimentos exportables y materia prima para combustible) y la fabricación de biodiesel y otros combustibles vegetales requerían urgentemente un centro investigativo ordenado y eficiente para su desarrollo. ¡Y aquí está el Instituto que se inaugura!
El Estado, con el esfuerzo de todo el pueblo, aporta los cerebros científicos, la mano de obra de los trabajadores y auxiliares del instituto, sostiene la infraestructura, el pago de las personas dedicadas a la investigación, la producción de dicha investigación y todos los recursos colaterales sumados a la misma para que los grandes monopolios de la agroalimentación y de la fabricación de combustibles vegetales mejoren sus ganancias y acumulen y centralicen mayor cantidad de capital con ventajas relativas en el contexto del mercado mundial.
En síntesis: la investigación, la tecnología, la ciencia puestas al servicio de los grandes negocios monopolistas mientras que las necesidades y aspiraciones impostergables del pueblo: hambre, miseria, carencias, salarios achatados e indignidad no encuentran un mínimo recurso del que disponga el Estado para darles solución, más bien se lo niega a diario.
Sólo el rumbo de la lucha y la movilización se presenta como la vía cierta y posible para forzar su reivindicación.