El secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, afirmó: “Nosotros no subsidiamos empresas, nosotros subsidiamos hasta dos tercios del boleto a las personas”. En primer lugar, al hablar de esa manera, pareciera que los subsidios salieran del bolsillo del funcionario y no de los recursos estatales; en realidad, sus declaraciones deben leerse: El boleto debería salir dos tercios más de los que sale, pero como políticamente no podemos autorizar esa suba, compensamos a las empresas por lo que no pueden ganar directamente.
En segundo lugar, y lo más importante, es de dónde salen los recursos para los subsidios. Sabemos que el Estado tiene, entre otras cosas, el monopolio de la recaudación tributaria y la asignación de la misma. Los ingresos que consigue el erario público no salen de la nada sino de los impuestos que, directa o indirectamente, pagamos los trabajadores. Uno de los principales es el IVA, que nos cobran hasta cuando compramos lo más elemental y necesario como puede ser un litro de leche; podemos sumar a esto el impuesto a las ganancias que nos cobran al salario, mientras las rentas financieras no tributan al fisco; podemos seguir con los aportes a la ANSES, fondos que se utilizan para subsidiar empresas del transporte y de otras ramas; cada vez que cargamos un litro de nafta, también gran parte van a parar a las arcas del Estado; y así con todos los impuestos.
Alguno podría pensar: Bueno, pero las empresas también pagan impuestos. Esto es totalmente cierto, pero la gran diferencia es que las empresas son las que directamente manejan las estructuras estatales, por lo tanto deciden para qué se utiliza ese dinero que el Estado recauda. Los subsidios estatales a las empresas son una millonaria cifra que los monopolios se apropian del esfuerzo colectivo de la sociedad, así como se apropian de otros recursos, todo en beneficio exclusivo de sus intereses.
Entonces le decimos al Sr. secretario: Sus declaraciones son una colosal mentira; la plata de los subsidios es nuestra plata que el Estado nos roba para luego poner al servicio de los intereses monopolistas. Lo que no “pagamos” al sacar el boleto, ya lo pagamos con creces mucho antes de subirnos al colectivo. Este es el verdadero funcionamiento del perverso funcionamiento de los subsidios.