Decíamos ayer que luego del instante de “democracia” y de la “gloria” que siente el partido de los monopolios por la “gran” elección de su representante, la presidenta Cristina Fernández Vda. de Kirchner, los problemas que aquejan al pueblo siguen estando y, por ende, la aspiración de las masas a solucionarlos.
En los diarios y medios de comunicación masivos ya aparecieron los comentarios y análisis de los escribas y voceros de la oligarquía financiera dando sus puntos de vista sobre los principales problemas a resolver.
Claro que la óptica de ellos es muy diferente a la de las mayorías populares.
Por eso es que plantean que se debe combatir la inflación, achicar los subsidios al transporte y la energía, bajar el gasto público, mantener un tipo de cambio fijo o frenado, cortar la sangría de capitales que se refugian en el dólar (18.000 millones en lo que va del presente año), también llamada fuga de capitales, etc.
Ahora, para modificar todo este cuadro generado por un monstruo de tantas cabezas, hay que atacar al corazón del monstruo y no cortarle las cabezas ya que las mismas vuelven a crecer en doble cantidad.
El corazón es la productividad, la reducción o estancamiento de salarios respecto de los precios o ambas cosas. En una palabra: la baja del costo salarial.
Dicen estos señores: si se aumenta la productividad se reducen proporcionalmente los salarios, aumentan los productos, se vende más y más barato o más competitivamente, se alienta la inversión de capitales, y se reduce la compra de dólares, se obtienen mejores resultados fiscales disminuyéndose el déficit, se generan más cantidad de puestos de trabajo (claro que a $ 2,00).
Los susurros de los consejeros a los oídos de funcionarios se vuelven gritos imperativos y demanda urgente a los encargados de ejecutar las políticas de los monopolios: ¡Necesitamos un pacto social! ¡Este es el punto político que debemos resolver!
Sin embargo, la clase obrera y el pueblo, piensan en otra cosa. Y aquí es en donde el discurso y las políticas de la presidenta, y de todos los popes de la oligarquía financiera hacen agua, y profundizarán su confrontación con la lucha de clases.
El problema es de hierro y se resume a dos extremos en la soga de la cinchada, aunque se muestra con diversas facetas: bajar o subir el nivel de vida de las masas laboriosas; la indignidad como vida o una vida digna para el pueblo; la mentira para superexplotar o la verdad de la lucha contra la explotación; el verso de la democracia por un día o la democracia directa en la lucha cotidiana; la mentira de la paz social para el aumento de las ganancias monopolistas o la profundización de la lucha de clases para liberarnos del oprobio y la miseria; etc. etc.
Dos extremos, dos intereses irreconciliables, una sola lucha de clases.