Después del trabajoso acuerdo entre los países de la Unión Europea para determinar el rescate de Grecia, el gobierno de ese país anunció que tal acuerdo será puesto a consideración de un referendo en enero próximo.
De la euforia del lunes se pasó sin escalas a la desesperación del martes; en los planes de nadie estaba que el pueblo griego tuviera que ver en estos acuerdos para rescatar bancos mientras se imponen nuevos y gravísimos ajustes a la población. ¿Pero es que de pronto el gobierno griego se ha vuelto el campeón de la democracia? Por supuesto que no. Nunca mejor aplicada la frase: la burguesía propone y la lucha de clases dispone.
Porque no es que, de pronto, la opinión de los griegos se ha vuelto indispensable para seguir adelante con los salvajes ajustes que se le vienen imponiendo, sino que, evidentemente, ya no existe margen político para seguir adelante con los mismos y ello obliga a tomar medidas que, en una mesa de negociación, ni siquiera son consideradas, pero que a la hora de llevar a la práctica las “soluciones” a la crisis, se tornan imposibles de evadir.
Ya se acabó la época en la que los de arriba decidían y los de abajo acataban. Este gran cambio es el que la burguesía monopolista no sabe ni puede asumir, cegada por salvar sus instituciones y su sistema mismo. Los campeones de la democracia, los que se llenan la boca con esa palabra, mandando fuerzas militares a cualquier región del mundo con el supuesto fin de establecer la misma, entran en pánico pues el propio anuncio de convocar al pueblo para que opine es la carta de defunción de sus políticas.
La crisis es esencialmente política y, cada día que pasa, se profundiza más aún. Las soluciones que necesitan los representantes del gran capital no cuajan y está visto que no cuajarán porque los pueblos no lo permiten.