El ambiente se corta con un cuchillo. La desconfianza del pueblo en las promesas del gobierno y en las instituciones estatales atraviesa a todas las clases oprimidas y contagia a toda la burguesía que tampoco confía en sus propias instituciones.
Del discurso exitista del crecimiento sostenido, de la riqueza y del dar consejo a los países altamente desarrollados sobre cómo evitar la crisis, se pasó, sin anestesia, a la desesperación por la “fuga de capitales, el no hacer olas, el llamado a la responsabilidad”, o sea, hay miedo, intranquilidad y el piso les tiembla.
Lo que hace menos de dos semanas atrás se promocionaba como un triunfo electoral de Cristina, solamente comparable con los obtenidos por Yrigoyen y Perón, hoy se escurre como agua entre los dedos. El poder de los votos se hizo añicos.
La expresión literariodiscursiva de “anarcocapitalismo” que había acuñado la presidenta refiriéndose a otros países, penetra como un puñal en los despachos gubernamentales y en las oficinas de los monopolios como una premonición de lo que se vive en estos días en Argentina. El orgullo por dicha expresión se transforma en miedo vidrioso y provoca el arrepentimiento por haber mencionado esa palabra, similar al que sufre quien convocó a los fantasmas y los ve aparecer.
La presidenta Cristina Vda. de Kirchner, al tiempo que militariza el aeropuerto bajo el control de la Fuerza Aérea, amenaza: «no vamos a permitir que nada ni nadie nos desvíe» del modelo económico.
Tras cartón, muestra la hilacha, cambia la amenaza y ahora ruega: “Los convoco a no boicotear a la Argentina”. ¿A quién se dirige? ¡A los sindicalistas!, dicen a coro los diarios y medios masivos de difusión.
Pero es inocultable que su ruego es para los trabajadores y el pueblo. Ese pueblo que no tiene la misma forma de razonamiento que la presidenta y los monopolios a quienes ésta representa, ni está dispuesto a esperar la carroza.
Porque para la presidenta, “producir es arriesgar y poner capital”. Pero los trabajadores sabemos, desde siempre, que el que arriesga es el que trabaja y el que pone capital no produce sino que expropia al que produce, al obrero, al trabajador, al pueblo.
Para la presidenta el que agrega valor es el capitalista. Según dijo: «Sepan que siempre voy a estar del lado de los que quieren agregar valor porque necesitamos empresarios con responsabilidad social, que sepan que hay que tener rentabilidad pero que los beneficios deben llegar a toda la sociedad».
En cambio, todos sabemos que el que agrega valor es el obrero y que el capitalista es el que se apropia de esa valor agregado y lo usa para su propio beneficio y no para satisfacer las necesidades de la población, y que los “beneficios” nunca llegan.
A esa causa se debe que todos estos años de crecimiento de los negocios no hayan servido para un desarrollo mejor de nuestras vidas como pueblo.
Para la presidenta “no hay mejor manera de defender a los trabajadores que cuidar las fuentes de trabajo”. Mientras que detrás de ese cinismo la verdad es que las llamadas “fuentes de trabajo” son las que la burguesía necesita poner en funcionamiento para estrujar a los obreros y trabajadores en general para obtener sus ganancias y acumular mayor capital.
Cada vez queda más claro que la forma de defender nuestros intereses como obreros, trabajadores y pueblo oprimido es enfrentar las políticas de la burguesía monopolista con su gobierno oligarca tal como lo venimos haciendo en forma creciente, contra la mentira desesperadamente repetida desde la temblorosa voz gubernamental.
A lo que le temen la presidenta, los monopolios y la burguesía en general es al escenario de conflictos y luchas diarias que tienden a recrudecer con el aliciente de las próximas discusiones paritarias en donde el 40% de aumento de salarios resuena en los pasillos y galpones de las fábricas, está presente en las aspiraciones de los trabajadores, y es empujado por la decisión de terminar con tanto discurso falso, amenaza miedosa, y magro sueldo achatado.
Las políticas que desde hace años viene llevando la oligarquía financiera, sostenidas y profundizadas por este gobierno, son las causantes de este caos, y la forma de revertir a favor del pueblo esta situación es profundizar las luchas, movilizarse, organizarse, desplegar la unidad de la clase obrera y los trabajadores, y la unidad con los demás sectores populares.
En ese camino, dar forma a esa unidad en organizaciones locales que expresen las aspiraciones nacionales de nuestro pueblo de lograr una vida digna para todos y las generaciones futuras.