El secretario general del sindicato de Luz y Fuerza, Oscar Lescano, declaró que ellos (los sindicalistas) “son necesarios para que haya paz social”, entre otras definiciones sobre el papel de los sindicatos y su relación con la política.
El periodista que lo entrevista destaca su sinceridad, pero, en realidad, lo que habría que destacar es su autismo. Que los gremios no logran, hace ya bastante tiempo, contener los reclamos de los trabajadores es una realidad que la propia burguesía monopolista deja ver como una preocupación cada vez que puede.
Más importante aún es la experiencia que el conjunto de la clase obrera y sectores asalariados venimos transitando, la cual nos indica que nuestros reclamos no pasan por quién esté al frente de los sindicatos, sino por la determinación y unidad que se logre desde abajo para que los mismos tengan respuestas concretas.
Que estos “dirigentes” sigan al frente de los aparatos sindicales no es indicador alguno de que logren frenar la lucha, ni del crecimiento de la misma. Las confrontaciones que existen, y las que se avecinan, ponen de manifiesto que, en los hechos, la tutela sindical hace tiempo ha perdido la fuerza que supo tener en otras épocas. E insistimos, más allá que estos personajes sigan al frente de los gremios.
Las últimas experiencias de lucha en distintas empresas en el país, vienen ratificando un camino que ya no tiene vuelta atrás. Los sindicatos no juegan su papel de “conciliadores” por un montón de factores: Porque han pasado a ser, directamente, apéndices de las gerencias patronales; porque las traiciones han sido tantas que provocaron una ruptura total entre las bases y los dirigentes; porque el fascismo con el que impunemente se movieron las empresas hasta hace un tiempo, los tiene como aliados incondicionales en contra de los intereses de los trabajadores; etc.
Pero lo fundamental es que las prácticas en la base material de la producción, en las que el trabajador tiene cada vez mayor injerencia para que la misma acreciente las ganancias de la burguesía, choca antagónicamente con el modelo de “representante” y “representado” que los gremios intentan mantener. Las aspiraciones democráticas de la clase obrera orientan la acción al ejercicio efectivo de la democracia; la esencia es la democracia directa, en la que el poder es de las mayorías y se delega solamente a los fines de lograr lo que la mayoría exige, y se quita cuando eso no ocurre.
Las declaraciones de Lescano son, en realidad, una advertencia al poder burgués para recobrar una fuerza que, en el campo de la lucha efectiva, ya está perdida. Lo que parece una bravuconada no es más que un certificado de pobreza e impotencia ante lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir: Que la lucha de la clase obrera y demás asalariados profundizará el camino que se viene recorriendo, en el que ni los Lescano, ni los Moyano, ni ninguno de los sindicalistas de esa calaña, será útil para frenar nada.