Todas las “batallas” emprendidas por el gobierno kirchnerista durante su gestión, estuvieron infectadas por el virus de la mentira cínica que intentaba hacer creer que sus acometidas contra determinados intereses eran para defender el interés general.
Así pasó con la Resolución 125, en la que el gobierno vendió estar enfrentado a la “oligarquía terrateniente”, cuando en realidad dicha resolución significaba dar una vuelta más de tuerca en la concentración del negocio de la exportación de cereales, cuestión en la que ni Cargill, ni Dreyfus, ni ningún otro monopolio vieron en ningún momento afectados sus negocios. En ese marco, lamentable papel jugaron las organizaciones institucionales “del campo”, que se prestaron a ese juego, sin importarles que la medida apuntaba en el fondo a quebrar a los mas débiles.
Con la arremetida contra el grupo Clarín y la famosa Ley de Medios, se llenaron la boca con la democratización y el acceso a la información; Clarín sigue vivito y coleando y, lo que es peor, el sistemático silencio al que están condenadas las luchas de los trabajadores y el pueblo es cumplido a rajatabla tanto por los medios opositores como por todos los medios oficialistas. La huelga petrolera en el Sur, que se extendió por más de ocho meses, por ejemplo, fue tapada hasta el límite de no poder ocultarla, y ahora la Presidenta la utiliza para darla como ejemplo de huelga “extorsiva”.
Podríamos seguir. El 82% móvil contó con el veto presidencial y se llenan la boca con los jubilados nuevos del sistema; la Ley de Glaciares no se aplica y las mineras sólo son frenadas por la lucha de centenares de pueblos del territorio nacional, mientras el gobierno “vende” su Ley de Tierras; el ajuste no es tal, sino “sintonía fina”; y así sucesivamente.
Ahora viene el embate contra los reclamos de la clase obrera y demás trabajadores pues necesitan bajar costos, lo que es igual a bajar salarios y a aumentar la explotación.
Y lo disfrazan como una pelea contra los sindicatos. Intentan emparentar el justo reclamo de la clase con los impresentables popes gremiales, cuando en realidad lo que les preocupa es que la masa obrera no se deja llevar de las narices por nadie, cuestión que ha sido y es ratificada con cada conquista, muchas de las cuales se han llevado puestos a los “dirigentes” que están al frente de los aparatos gremiales.
La contienda está definida. La burguesía intenta domesticar la rebeldía que se manifiesta en cada lugar de trabajo y para ello echa mano a la amenaza abierta “disfrazada” de lucha contra el poder gremial. Entre ellos hay lucha, pero por la torta y los negocios sucios en los que participan tanto los jefes sindicales, como los empresarios y el gobierno.
La lucha de los trabajadores está a años luz de sus peleas. Es por los reclamos genuinos y con la organización y los dirigentes genuinos que se forjan en esas luchas.
El enredo que intentan realizar para enmascarar sus políticas pro patronales tiene los límites que impone la lucha de las clases; se viene una etapa en la que no habrá más lugar para disfraces porque la clase obrera saldrá a dar la pelea abierta con su autoridad y tradición de más de un siglo de luchas.
Durante toda esa experiencia, los momentos políticos más trascendentales de nuestra historia como pueblo tuvieron al proletariado al frente de las clases populares en contra de los distintos proyectos burgueses y allí no valen pelos ni señas.
Hacia ese camino se orienta la etapa que se viene. Y con el enfrentamiento clasista abierto se acaban los discursos y los trajes “nacionalpopulares”.