Uno de los sectores de la oligarquía financiera que más ganancias han amasado en los últimos años es, sin lugar a dudas, el sector automotriz. Este año se han producido más de 850.000 vehículos, rompiendo todos los récords históricos en esa industria, y el año próximo van por el millón de automóviles.
Dos exponentes de esa industria, dos de los representantes más rancios de la oligarquía financiera a la que nos referimos, son Luis Ureta Sáenz Peña, presidente de PSA (Peugeot-Citroen Argentina) y Cristiano Ratazzi, presidente de Fiat Auto. Estos señores declararon:
“«Hay que corregir en muchos lugares, tocar muchos puntos; uno solo, como el tipo de cambio, no soluciona la situación [de la pérdida de competitividad]»…” Frenar el alza de los salarios es importante” (Luis Ureta Sanz Peña). «¿Qué paritarias darían bien para mí? Yo diría que menos 10» (Cristiano Ratazzi).
Estas declaraciones ponen en evidencia dos cosas principales. Una, que la burguesía monopolista en la Argentina, acorde con la del resto del mundo, traslada sus ajustes a los trabajadores y el pueblo, pretendiendo con el achatamiento salarial mantener sus tasas de ganancias. La otra, es que ponen blanco sobre negro quién marca la cancha desde el Estado a su servicio; parte importante de la “sintonía fina” del gobierno nacional es lisa y llanamente bajar salarios. Estos son los que escriben los libretos de la Presidenta y, entonces, los trabajadores que reclamamos por nuestros salarios somos los “extorsionadores”.
Los monopolios y el Estado son una sola cosa. El claro ejemplo es que el actual presidente de Peugeot fue embajador en Francia entre 2008 y 2010; la soberanía defendida por el gobierno “nacional y popular” estuvo representada en Francia por uno de los gerentes de una multinacional con sede central en ese país. Suena a risa pero es muy serio e indignante.
Las políticas de estos monopolios ya están siendo puestas en práctica. En Peugoet Argentina, las tercerizadas que trabajan para la misma intimaron a los trabajadores a los que se les vencían sus contratos a aceptar la indemnización al 50% para poder seguir trabajando, lo que significa la firma de un nuevo contrato perdiendo antigüedad y aceptar salarios con otro convenio; al mismo tiempo, comienzan a difundir que se viene un año de “austeridad en gastos”. Lo que realizan con los compañeros tercerizados termina entonces siendo una extorsión a los demás trabajadores del resto de la planta.
Así están actuando los monopolios para preparar el terreno para el año próximo. En muchos otros lugares del país el chantaje cobra forma de “crisis mundial”, “problemas en Brasil”, etc. Cuando no es chantaje de esa calaña, es el despido de luchadores genuinos que se han ganado el carácter de dirigentes en la lucha abierta contra los atropellos y por los derechos obreros.
Pero la respuesta de los trabajadores no se hace esperar y, lejos de retroceder ante la extorsión o el despido, la lucha se acrecienta y se fortalece, como lo venimos reflejando en distintas notas en este mismo medio.
El principal escollo que encontrará la burguesía en la nueva oleada de luchas que se abre, es que ya no tendrá que lidiar con los trabajadores de tal o cual fábrica por separado. Importantes sectores de la clase obrera argentina están dando pasos firmes y decididos para afrontar las próximas luchas desde una perspectiva de clase contra clase, buscando y construyendo la unidad y la organización para responder al embate burgués con la fuerza de la clase obrera y demás asalariados, parados ya no solo desde la lucha individual en cada empresa sino, además, con una estrategia de enfrentamiento clasista en el terreno de la lucha por derrotar la política de toda la burguesía monopolista.