La exitosa embestida del proletariado industrial y trabajadores de servicios del último diciembre, por aumento de salarios, bonos, premios de fin de año y mejores condiciones de trabajo, junto a los importantes avances en la organización política de los trabajadores, fue la acción preventiva a los planes de la burguesía monopolista de poner un techo de 18 % para las paritarias de el presente año. Principal objetivo, junto a la reducción de gastos del Estado, del ajuste que lleva adelante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, al cual bautizó «sintonía fina» que es, ni más ni menos, lo mismo que criticó con su soberbia demagógica en los foros internacionales y que hoy llevan adelante, entre otros, los gobiernos europeos.
El rechazo nacional y la respuesta contundente de los trabajadores en todas la provincias, al congelamiento de salarios, despidos masivos, pago de salarios desdoblados y a la eliminación, de hecho, de la garantía de estabilidad laboral para los trabajadores del Estado -cosa que ni siquiera se animaron a implementar en épocas del ajuste y privatizaciones de Carlos Menem- junto a la creciente movilización de los pueblos y ciudades contra la contaminación y por la vida, han recordado, al poder de la oligarquía financiera, los límites de la tolerancia marcados en diciembre de 2001.
Esto agudizó, aun más, su crisis y debilidad política estructural.
Terribles enfermedades y “milagrosas” curas, suicidados, renunciantes y renunciados, homicidios, pero no tanto, “perdidos por desequilibrios sicológicos”, salvajes internas por las migajas que dejan los festines monopólicos…
Todos, hechos que son apenas la mugre visible que sale a flote del profundo empantanamiento en el que ha sumergido a la oligarquía financiera y sus gobiernos la lucha de todo el pueblo.
Mantener la iniciativa y la movilización en todos los terrenos, hacerles sentir el aliento en la nuca, no dejarlos respirar, es el camino que, junto a la organización política independiente de todo el pueblo y en todos los niveles, nos conducirá a hacerlos retroceder a la vez que profundizaremos la construcción de nuestro poder para terminar, de una vez por todas, con las calamidades a que nos somete el capitalismo.