Ya se cumple una semana de la manifestación popular en Famatina, La Rioja, contra la instalación de la multinacional minera Osisko Mining Corp. Ayer mismo el gobernador de esa provincia, Beder Herrera, declaró que la instalación de la mina le dejará a la provincia “8.000 millones de dólares en 30 años… ¡Son muchos millones!” Estamos hablando de algo más de 260 millones de dólares por año, es decir una verdadera migaja que dejaría caer la multinacional por extraer hasta el último vestigio de mineral, consiguiendo más de quince veces esa cifra en ganancias netas y dejando al pueblo de La Rioja la contaminación y destrucción.
Estos gobernantes, que ayer estaban en contra de estos proyectos y hoy, luego de haber “razonado” con las empresas, son sus más fieles defensores, están en sintonía con otros gobiernos de América latina que utilizan los mismos argumentos para permitir la devastación de nuestros recursos naturales. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, declaró hace un mes: “Los que nos hacen perder tiempo también son esos demagogos, no a la minería, no al petróleo, nos pasamos discutiendo tonterías. Oigan en Estados Unidos, que vayan con esa tontería, en Japón, los meten al manicomio.”
Está más que claro que el poder de las multinacionales mineras es enorme y cuentan con la complicidad de los gobernantes; no así ante la resistencia y la decisión de los pueblos que vienen dando batalla sostenida y heroica ante semejantes monstruos que manejan gobiernos, parlamentos, jueces, fuerzas represivas; que son, en definitiva, un Estado en sí mismo.
El problema de la minería a cielo abierto es una de las más claras manifestaciones de la farsa que representa la democracia burguesa, la forma de organización política que adopta el capitalismo por estas épocas. Primero el capital y sus necesidades de máxima rentabilidad, por sobre cualquier consideración o cuidado de la vida humana. Se utiliza la “oposición” a estas cuestiones para ganar elecciones mientras que, una vez en el gobierno, se traiciona todo lo dicho a favor de las multinacionales, de forma que se podría colorado hasta el propio Judas Iscariote. El sayo también le cabe al gobierno nacional que, sin ningún prejuicio, se saca fotos con los presidentes de esas empresas y veta leyes que impiden la minería a cielo abierto, como la Ley de Glaciares.
Su llamada democracia termina siendo la más desfachatada dictadura de una minoría explotadora contra los intereses de las mayorías populares.
De allí que cobra mucha más relevancia la lucha de los pueblos como Famatina y tantos otros de nuestra extensión, pues la misma es una representación clara de la lucha nacional contra los monopolios y sus gobiernos. La decisión de enfrentar en la acción directa a estos conglomerados mundiales de negocios es la misma que debemos tener para enfrentarlos en todos los terrenos, para disputarles el poder político del que son propietarios y reemplazarlo por un poder que esté al servicio de la vida y las necesidades de las mayorías.