Desde Famatina hasta Santa Cruz, pasando por Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires, Chubut y cientos de luchas que se van preparando en cada centro de trabajo y en cada barrio y población de nuestro país contra el ajuste del gobierno nacional y los gobiernos provinciales, van marcando el terreno de lo que será la lucha abierta del pueblo argentino contra el intento de avasallar conquistas y derechos por parte de la burguesía monopolista.
La política es muy clara. A diferencia de otras épocas, en las que las medidas antipopulares se tomaban todas de una vez (como lo decía Menem, “cirugía mayor sin anestesia”), hoy los ajustes se van aplicando en forma paulatina, anárquica, sobre todo en las jurisdicciones provinciales o municipales, pues está más que claro que semejante iniciativa cuenta con el más absoluto rechazo popular.
Precisamente, iniciativa que se ve limitada para llevar a cabo, no es iniciativa. Sin embargo, el poder monopolista, parte integrante de la oligarquía financiera mundial, no puede hacer otra cosa que arremeter con tales políticas, en pos de salvar sus ganancias y salir lo menos heridos posible de la crisis planetaria que atraviesa el capitalismo.
Por eso pareciera que nada está claro, pero a la vez todo está clarísimo. La “sintonía fina” anunciada por la presidenta a finales del año pasado está en marcha; aunque disfrazada por la debilidad política con la que cuentan los de arriba, que ni con el promocionado 54% de los votos obtenidos se animan a ir con todo hacia adelante, cumpliendo con las necesidades que los apremian como clase explotadora.
La generalización de las luchas contra las políticas antipopulares, por el motivo que sea, impulsa y alienta la necesaria lucha nacional unificada contra las mismas; aunque en un lado sea contra la minería y por el medio ambiente, en otro contra los despidos o por aumentos salariales, por los cortes de energía, o por cualquier reclamo que sea, la lucha es una sola porque es contra los monopolios y su gobierno.