Ya forma parte del paisaje cotidiano, para quienes vivimos en las ciudades en que están las plantas de Naranpol (fábricas de gaseosas y jugos), la carpa con sus obreros asentados fuera de las fábricas, cuidando que los falsos dueños no terminen de saquear lo que queda de la misma.
Ya transcurrieron ocho meses del inicio del conflicto y las respuestas por parte de la empresa, con tal dilatación temporal, se torna cada vez más pesimista. Todo lo llevan al marco institucional, para que allí entre en la burla total. En los primeros meses jugaron al desgaste, al apriete, al engaño y a todo lo que la situación les justificaba, pero nada pudo quebrar el espíritu de lucha de sus obreros, que se mantienen con la plena convicción de que son trabajadores y exigen trabajar.
Según la lógica del sistema capitalista- lógica que es manipulable por la burguesía, cuando sus negocios y chanchadas no resultan como ellos esperan- si el empleado produce y el patrón administra bajo las reglas del mercado, hay ganancias “para todos”. ¿Entonces, por qué ocurre esto? ¿No es que el capitalismo de la presidenta es más humano? ¿Y el socialismo de Hermes Binner, no era que venía a sanar la deuda histórica del bipartidismo en la provincia? Ya no engañan a nadie, mientras el capitalismo exista, la burguesía seguirá monopolizando la economía y tendrá a sus pies al Estado y al gobierno que quiera o necesite, para nunca saciar su voracidad por obtener ganancias.
Las plantas de Naranpol pertenecen a Productora Alimentaria SA, supuestamente, de la familia Galán, que hace poco tiempo las presentó a concurso de acreedores en la justicia. Según su presidente, “con estos costos no pueden seguir funcionando, y dicho concurso le permitirá negociar una salida a la crisis”.
Por su parte, la gobernación santafesina, con Binner como gobernador y también con Bonfatti, flamante en el cargo, plantean que es un conflicto privado, que el Estado provincial no tiene por qué interferir en estas materias.
Los Galán vienen vaciando Naranpol hace unos años, de lo contrario cómo se justificaría tanto dispendio. Ahora, con la papa caliente plantean que es una cuestión de competencia, que los convenios colectivos de dicha rama favorecen a las multinacionales, lo cual es una gran verdad, pero también es verdad que mientras la juntaban con pala, desde sus oficinas no emergía ni siquiera una contorsión y puertas adentro proporcionaban clases de fascismo. La decisión de cerrar las plantas en los distintos puntos del país son elementales artimañas de la timba especulativa de sus dueños. Son ellos los únicos responsables junto a los gobiernos de la provincia de Santa Fe y de la Nación. Los casi 800 obreros que se encuentran en una situación de incertidumbre espeluznante, el calamitoso escenario económico que provocaron en estas familias, parecen no incumbir a la hora de buscar soluciones.
Un obrero de Naranpol manifestaba que viven una situación de incertidumbre, que les es desagradable, pero que la continuidad de la lucha es lo único que los sostiene.
En estos ocho meses de lucha permanente, donde se han atravesado varios mares de dilemas, donde todas las caretas se cayeron, tanto del sindicato (SUTIGA- Sindicato Único de Trabajadores de Aguas Gaseosas) como de los gobiernos, no queda más que seguir profundizando este camino de lucha sostenida.
Todos están sucios, el gobierno “nacional y popular”, a través de Rossi, es socio de la Productora Alimentaria. Quien a su vez fogonea y pretende quedar con la empresa a través del sistema cooperativo del Movimiento Evita, dicha acción acarrearía a la reapertura de las plantas, con sueldos más bajos y con el verso de que los empleados serían dueños. El sindicato se ocupa de lo único que saben hacer a la perfección, cobrar coimas y poner trabas que laceran a los trabajadores, siempre que desde las bases o desde los delegados se planifiquen acciones, “bajan”, desde Buenos Aires, para desestabilizar todo. El gobierno provincial, directamente le da curso legal, ni siquiera actúa de manera sarcástica bajo el papel de intermediario, apuesta al desgaste contra los trabajadores.
Mientras, los trabajadores de Naranpol también se ensucian, escribiendo la historia de la clase obrera como se debe, luchando por un futuro digno.