La represión desatada ayer contra los ex combatientes de Malvinas, más la que se lleva a cabo en las zonas mineras de Catamarca, muestran, una vez más, que a la hora en que las papas queman se acaban los discursos “progresistas” y se pasa a la acción represiva sin miramientos.
Ayer por la tarde, cuando ya la Av. 9 de julio había sido despejada, cinco micros, tres camionetas y dos tanquetas de la Gendarmería seguían estacionadas en la zona. Cuando se tomó la decisión de trasladar Gendarmes al Gran Buenos Aires, la inseguridad fue la excusa pero el fin verdadero ya vemos cual era.
Cuando la zanahoria de la mentira y la hipocresía no alcanza, sacan a relucir el garrote. Así ha actuado históricamente la burguesía en defensa de sus intereses. Pero no será tan fácil esta vez.
Si la burguesía monopolista y su gobierno piensan que así van a resolver los problemas que les causan las demandas obreras y populares, se están equivocando de medio a medio. Están fuera de la realidad, así como los legisladores que se aumentaron 100% sus ingresos y encima declaran que necesitan, al menos, $ 35.000 para vivir. Mientras más del 70% de la población trabajadora gana $ 3.500, en promedio, un 10% de aquella cifra.
La lucha de clases se agudiza y la burguesía cada vez menos logra convencer que su proyecto es inclusivo y para todos los argentinos.
En política no siempre el que aparece más fuerte es que lleva las de ganar, porque detrás de esa supuesta fortaleza se esconde una debilidad intrínseca cual es querer convencer a la fuerza a la población. Entonces recurren a los palos. Creen que podrán amedrentar un movimiento de masas decidido a no dejarse avasallar. Lo que dure esta iniciativa será lo que las masas movilizadas lo permitan. Ni más ni menos.