Estos últimos días han dado cuenta del recrudecimiento del enfrentamiento entre la oligarquía financiera dueña del Estado argentino y su gobierno servil que defiende sus intereses contra las grandes mayorías populares.
Ejemplo de ello, por sólo citar los hechos más resonantes que publicamos en esta página, son: la movilización de 10.000 personas en La Rioja y 5.000 en Chaco, contra la megaminería y la ley antiterrorista. La movilización previa al carrusel de la vendimia de 10.000 personas en Mendoza por la protección del agua y de los recursos naturales, la lucha de Berazategui contra la instalación de la subestación de Rigolleau, el paro de los obreros portuarios en el enclave más importante del país: el cordón industrial de Rosario y Puerto San Martín, el corte del puente Oroño en la ciudad de Santa Fe, por los obreros de Naranpol, el paro nacional de los docentes en el día de hoy por 48 hs.
Estas luchas en las que se mezclan reivindicaciones de carácter político, con las de contenido netamente político, instalan un nivel superior en la lucha de clases. No sólo se pelea por el reparto de la riqueza sino que empieza a despuntar la aspiración a la vida digna que queremos vivir, y que este sistema no nos permite ni nos permitirá.
Pues las masas populares advierten que el mensaje que, de mil formas nos ha repetido la burguesía monopolista en el poder, es que los recursos del pueblo que administra a través de su gobierno y el Estado a su servicio, serán utilizados cada vez más para la realización de sus negocios y cada vez menos para la resolución de los múltiples y crecientes problemas que sufre la población.
La clase en el poder, así como hace en sus empresas en donde dispone de lo producido por los obreros y trabajadores como si fuera suyo, dispone también de todos los recursos nacionales como si fueran suyos y por lo tanto los destina a lo que ella cree necesario: sus negocios.
Se ven impelidos a esa actitud pues es la única forma de sostener sus negocios, acrecentándolos en forma infinita, a costa de cualquier sacrificio ajeno de millones de personas trabajadoras. De lo contrario pueden ser absorbidos por otro monopolio.
Por eso es tan férrea la actitud de no largar un peso. Una y mil veces nos han mostrado su voluntad de no ceder, en tratar de engañar, en sacrificar vidas en aras de sus ganancias.
Pero esa actitud se ve doblegada cuando estalla la bronca, la movilización y las medidas de acción que a diario toman las masas y entonces están obligados a retroceder y otorgar lo que no quieren largar por propia voluntad.
Por eso es tan importante la profundización y generalización de las luchas.
Ahora, en este nivel alcanzado, es necesario, tanto para el pueblo como para sus vanguardias nacidas en las luchas y por fuera de las instituciones del Estado, avanzar en la organización de masas que expresen niveles de unidad y un proyecto común nacional que sintetice las necesidades y aspiraciones que tenemos como pueblo argentino. Que les dé un cauce y una dirección a las aspiraciones de una vida digna que comienza a hacerse presente en cada lucha.
Lograrlo será posible si los recursos colectivos sociales que creamos cotidianamente con nuestro trabajo y esfuerzo son utilizados para satisfacer lo que queremos y no los negocios de la oligarquía financiera.
Allí, está la clave de la necesidad de una revolución que conquiste el poder para resolver esas necesidades y aspiraciones.
Este año que comenzamos muestra que estamos a centímetros de avanzar en esa tarea. Lo pensábamos a su inicio, y los acontecimientos que se suscitan nos muestran que hacia allá vamos.
Las luchas no nos deben proporcionar solamente la conquista de las necesidades que les dieron origen sino también avanzar en organizar las fuerzas locales y nacionales capaces de disputarles el poder, derrotar al capitalismo y conquistar el socialismo que nos libere de toda esta lacra para construir una Argentina digna para disfrute de las mayorías laboriosas.