Esta frase, “Fue un temporal terrible”, ha sido la única “respuesta” del gobierno. El estado de indefensión y zozobra en que quedaron cientos de miles de pobladores de Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires -producto de la tempestad climática ocurrida el último miércoles- aún persisten hasta el día de hoy.
Este es el cuento, el relato oficial, como si no supiéramos que fue terrible, como si no lo estuviéramos sintiendo en nuestro propio cuero y en el de nuestras familias y vecinos.
Si, el temporal fue terrible, imprevisible como todo fenómeno natural, y esto sin entrar en profundidad en las razones del porqué del cambio climático. El problema para el pueblo son las consecuencias, pero evidentemente no lo son para el Estado y sus gobiernos, si vemos su “reacción” frente a la situación en que quedo sumergida al población.
18 muertos, centenares de heridos, sin luz, sin agua, sin teléfonos, miles de techos volados, talleres paralizados, comercios destruidos y los alimentos perecederos perdidos, desabastecimiento, los barrios a merced la inseguridad, etc.
La respuesta inmediata del Estado fueron balas y palos a los cientos de movilizaciones, de cortes y reclamos, (mostrando allí su verdadera cara y jugando un aceitado papel de clase). Todo esto como si debiéramos asumir mansamente la situación, como un castigo divino, como si no hubiese responsabilidades políticas a la hora de evitar muchas de las consecuencias y por ende, apaciguar los males causados.
Mientras que para la burguesía, sus políticos y sus medios, lo importante es si Boudou es corrupto o no, o el nuevo relato para mantener “la llama de Malvinas”; el pueblo, a través de la solidaridad y la organización, resuelve las emergencias de alimentación, salud, vivienda, seguridad, frente a un Estado bien presente en su inexistencia para las clases populares.
La burguesía es así, por naturaleza. Sólo le interesa contar los millones que obtiene producto del trabajo y el esfuerzo de nuestro pueblo; y es y será consecuentemente indiferente a las necesidades del pueblo.
Su conducta inhumana la podemos ver y sufrir cotidianamente en cómo vivimos, cómo nos alimentamos, cómo viajamos; y también en su actitud frente a una larga lista de catástrofes previsibles, como en Villa Río Bermejito en el Chaco (en donde aún se esperan respuestas a las inundaciones), o República Cromañón , o el reciente desastre ferroviario en la estación Once.
Por eso, a pesar del dolor y el desastre, la verdadera y única forma de actuar frente a todo esto nos la está enseñado una vez más el pueblo movilizado, no sólo saliendo a las calles para hacer escuchar su reclamo, sino resolviendo codo a codo las urgencias entre los vecinos, entre los hermanos de clase.