Los gobiernos, periodistas y analistas siempre han sostenido que nuestro país debe tener condiciones para que los capitales inviertan.
Pareciera que ésa es la fórmula para lograr el bienestar económico.
La misma presidenta pide a los trabajadores, moderación y que no se produzcan paros ni se detenga la producción.
Pareciera que nuestro pueblo tiene una actitud irracional, porque todos los días hay movilizaciones, luchas, cortes y enfrentamientos de toda índole a las políticas que aplica el gobierno y las directivas emanadas de las empresas monopolistas que, desesperadas y a costa de cualquier cosa, se lanzan desenfrenadas a sus negocios.
Es que el pueblo ha asimilado que la forma en que puede mejorar su situación no depende del funcionamiento de las instituciones del Estado y de los organismos ejecutivos, legislativos y judiciales.
Por el contrario, hace tiempo que conquista con luchas y arranca a los dueños del país, las cosas que lo benefician, sean éstas económicas, políticas o de justicia.
La autoconvocatoria es la institucionalización de ese camino independiente que recorre el accionar de masas y fija un rumbo totalmente diferente al que les quieren imponer.
Los nervios evidenciados por Cristina Kirchner, y las bravatas con la presencia de policías en masa y gendarmes, incluidas las detenciones y palos a algunas de las manifestaciones que se suceden, muestran la desesperación de los funcionarios, a cargo de la ejecución de la voluntad de los monopolios, por poner freno a la determinación que el pueblo tiene para lograr sus objetivos.
Ellos saben que transitando este camino, se crea el terreno propicio para el florecimiento de las ideas revolucionarias, la conformación de un proyecto político de liberación de tanta opresión y miseria, y la materialización de las organizaciones que lo hagan posible. Y a eso le temen porque ven peligrar su poder y los privilegios que mantienen con nuestro sudor, lágrimas y sangre.
Así estamos en este país, en ese punto en donde los caminos están claramente definidos.
El gobierno está obligado a cambiar su discurso mentiroso “nacional y popular” para enfrentar decididamente al avance de las masas en su auge sostenido.
No le queda otro camino. Pero, saben también, que ello los llevará a un fracaso más estrepitoso y rápido.
Por nuestra parte, la de los trabajadores y sectores populares, el camino que tenemos por delante es ancho y rico en prácticas de lucha, organización y conformación de la herramientas políticas que necesitamos para avanzar en un proyecto de país basado en recuperar lo que producimos con nuestro trabajo (la riqueza, los medios de producción y todo cuanto existe en este país, y la tierra que pisamos, que también nos pertenece).
Hacia ese ideal nos lanzamos con todas nuestras fuerzas, única manera de evitar el agravamiento de nuestras condiciones de vida a las que estamos condenados en este sistema y para conquistar el futuro luminoso que pretendemos basado en que el fruto de nuestro trabajo sea para nosotros y las generaciones que nos sucedan.
Por eso, sabedores del rumbo que comenzamos a transitar en estos últimos tiempos, es que debemos prepararnos para unir, organizar y dar los golpes que los hagan retroceder, tratando de eludir los que ellos quieran dar en su desesperación por no retroceder.