El febril crecimiento de la lucha de los trabajadores y el pueblo va cambiando cotidianamente el escenario de la lucha de las clases. Tanto es así que la misma agudiza y tensiona todas las contradicciones clasistas de la sociedad y dan a luz las cualidades y virtudes de las mismas.
Tan frenética dinámica de enfrentamiento del pueblo trabajador con el poder, hace que los techos y limitaciones de la lucha económica y reivindicativa (que en décadas pasadas tardaban en mostrarse o aparecer claramente frente a las vanguardias obreras), hoy asoman. Se hacen claras rápidamente a la vista de todos, de la mano de la tiranía de la oligarquía financiera y sus negocios, que intenta por todos los medios de no abandonar posiciones económicas y políticas, y parar lo imparable, el camino de los pueblos hacia su emancipación.
Allí está el caso de la provincia de Santa Cruz, mostrándose como el ejemplo a seguir, lo más avanzado del enfrentamiento, y a la vez, para poder resolver políticamente las acciones que permitan avanzar a la lucha política franca.
La crisis económica, política y social en que ha sumergido a la región y la voracidad de los monopolios, ha generado una imparable conflictividad social. Frente a la misma, la burguesía ha respondido con todo su andamiaje institucional estatal para intentar frenar la lucha.
Pusieron en juego todas las piezas de su aparato: Ministerio de Trabajo, policía, justicia, parlamento, represión, persecución, cárcel, etc.
Es en este marco donde aparecen las trabas, que de hecho pretenden desviar y frenar el enfrentamiento político. Sindicatos, agrupaciones sindicales y demás yebas que se llenan la boca con la palabra unidad, pero militantemente sabotean la concreción de la misma, sabedores del potencial político que genera la unidad y su capacidad de subvertir el orden establecido; poniéndose de esta forma, en la vereda de enfrente de la demanda de la inmensa mayoría de los trabajadores.
Los “usos y costumbres” plantados por las prácticas políticas burguesas indican que “primero hay que recuperar” las instituciones y desmalezar así, uno a uno las obstáculos que nos frenan, para desde allí confrontar políticamente con el poder.
Pero la emergencia en que se encuentra sumergido el pueblo no permite semejante infructuoso, por comprobado, desgaste e impone la implementación de acciones políticas que salten por encima estos cercos que no permiten la confrontación política para la resolución de la dramática situación de pueblo. Y a la vez niegue revolucionariamente las actuales instituciones, creando y dándole contenido revolucionario a las organizaciones obreras y populares.
La solución está al alcance de la mano de las nuevas vanguardias: la autoconvocatoria y su democracia directa, eficiente herramienta creada por el pueblo, que ha demostrado su eficiencia en más de una década de práctica a la hora de la lucha.
La actual situación impone la inmediata implementación de este camino, que por más costoso que parezca, siempre será menos doloroso que la actual situación en que se encuentra nuestro pueblo.