La enorme soberbia que exhibió en su discurso la presidenta en Bariloche al decir que «les hemos devuelto a los argentinos la patria que nos habían arrebatado«, es propia del sector más concentrado de la burguesía a la que representa, para quién gobierna, y a quién sirve políticamente desde su temprana juventud: la oligarquía financiera.
Pero esa soberbia y subestimación a los argentinos no es más que la expresión de su dramática debilidad política que la obliga a presentarse con la cara cruda de una clase que ve al pueblo como un objeto de uso para sus negocios. Un objeto al que hay que no hay que darle muchas cosas para que no se malenseñe.
¡Qué descaro! Ella sirve a la misma oligarquía financiera que, para defenderse de la ofensiva popular que hizo tambalear al sistema capitalista, ejecutó el golpe militar de 1976 y que, a pesar del mismo, no logró sumir a los argentinos en la aceptación resignada de la superexplotación. Tampoco lo lograron todos los gobiernos posteriores que vestidos de cordero quisieron alimentarlo con “democracia burguesa” y otras mentiras.
Ese camino transitado por la burguesía monopolista y las luchas rebeldes de este pueblo insumiso han llevado al descalabro económico que se vive hoy en el país en donde la guerra por los capitales tiene el carácter de una “arrebatiña” que muestra dos caras opuestas.
Una es la aceleración en la concentración de capitales producto de la profundización de las luchas interimperialistas exacerbadas que se dan de puertas para adentro en nuestro país, y que no son más que el reflejo de la contienda, puertas hacia afuera, que se da en todo el mundo.
La otra, es la del agravamiento en las condiciones de vida de los trabajadores y pueblo en general, lo cual genera más movilización y búsqueda independiente hacia una salida para beneficio real del pueblo.
Pero ambas facetas son causadas por la gran crisis política que enfrenta la oligarquía financiera ante la imposibilidad de engañar a las masas a fin de convencerlas que el proyecto de enriquecimiento y concentración de capitales es el camino hacia el “proyecto nacional” cacareado por la presidenta.
Los porcentajes de las últimas paritarias (entre el 23% las recientemente cerradas y el 30% para las que aún se están negociando), son apenas una muestra de lo que decimos.
No hay ningún “proyecto nacional”, ni “peronismo”, ni “democracia”, ni “participación de jóvenes en la política”, ni otro verso malintencionado que pueda frenar el estado deliberativo, de movilización y de organización que se profundiza en el pueblo.
La situación de quebranto en las arcas provinciales y municipales a la que el Estado nacional las sometió cerrándoles el grifo de la coparticipación, son un caldo de cultivo que hierve permanentemente y que se suma a lo anterior amenazando con un desbarrancamiento sin posibilidades de ser frenado por las instituciones del sistema.
Nuestro pueblo no cree en lágrimas de cocodrilo y menos en discursos rimbombantes. En medio de este cóctel explosivo para la subsistencia del capitalismo, avanza tenazmente el proyecto revolucionario que va señalando el rumbo a seguir como única perspectiva real para el pueblo deseoso de liberarse de tanta explotación y miseria.
Gris panorama para la burguesía. Luminoso futuro para el pueblo.