El camino de la unidad de la clase obrera y de todo el pueblo se transita todos los días.
No es fácil, pero hay grandes tramos que ya se están recorriendo y, en los hechos, puede verse que hay que profundizar la tarea.
Las luchas y las movilizaciones están a la orden del día, lo que implica que grandes camadas de compatriotas van probando la inicial unidad que se precisa para tal o cual reclamo. De una u otra manera la básica experiencia, la complejidad inicial ha sido probada por decenas de miles de luchadores.
El techo de ese proceso unitario ha sido alcanzado y, elevarlo permitirá dar un nuevo salto permitiendo que nuevas fuerzas y nuevas experiencias unitarias fortalezcan el enfrentamiento contra la burguesía monopolista y su gobierno.
El paso de la unidad imprescindible es que, en la lucha, la clase obrera y los pueblos, debemos romper el aislamiento al que estamos sometidos. Sistemáticamente, como una gota de agua y por más de tres décadas, el poder se encargó de dividirnos. Lo hizo en todos los planos, el político, el económico y en el social. Los medios de propaganda jugaron un papel sustancial en ello.
Sin embargo nuestra sociedad está unida por millones de lazos materiales que las voluntades de esos señores no pueden quebrar.
La producción industrial requiere en esta época del capitalismo una socialización cada vez mayor para apropiarse de mayor riqueza para unos pocos y dejar en la miseria a las mayorías populares. Un producto terminado requirió mucha “unidad y suma de fuerzas” y si a ello le agregamos la distribución del mismo, la administración de todos los recursos humanos y materiales veremos que esa base material a la que hacíamos referencia pesa en lo esencial.
La unidad a la que hacemos referencia es fundamentalmente política y se construye sobre la base, como decíamos anteriormente, de una sociedad organizada para la producción social como la ha debido realizar el capitalismo aunque con otro objetivo.
La lucha ha tomado, durante años, una metodología autoconvocada. La misma se corresponde con la desconfianza a todas las instituciones del Estado y con la contundencia que ha adquirido la masificación de cada enfrentamiento.
Con esa misma metodología la unidad requiere incorporar las aspiraciones de una nueva sociedad basada en el bienestar del hombre y no de los negocios de unos pocos. Para lo cual, todos los días debemos caminar para conocernos las caras, saber que “nuestra lucha” es parte de una lucha nacional generalizada; saber que somos muy fuerte en lo nuestro porque muy fuerte son otras luchas que se dan en los rincones más lejanos de la patria y por los mismos intereses y motivos.
Autoconvocarnos para la unidad es la voluntad política de “encontrar mis pares” con quienes, desde las luchas, nos permita elevar el techo del enfrentamiento.
La unidad no viene sola, la unidad hay que tejerla todos los días y con innumerables acciones, esa acumulación de fuerzas es la base que permite ver el horizonte y es la base de una nueva sociedad. Son fuerzas de la revolución, del cambio social. No es cualquier unidad.
Estas circunstancias de crisis política de la burguesía y de la agudización de las luchas exigirá de las vanguardias elevar la mirada, romper con más de tres décadas de luchas aisladas y para ello el paso tiene que ser simple pero contundente, rompiendo las desconfianzas y falsas divisiones que nos impuso el poder. Simple, porque el sello fundamental de la unidad es la lucha por conquistas.
Desde esa trinchera, que está dando tanta fuerza, la unidad está naciendo sana, y en ella todo tiene valor. No hay lucha chica o grande, hay lucha. Desde esta idea la búsqueda de unirnos con otros en las mismas condiciones es solo un paso, pero hay que darlo, con convicción.
La desconfianza que anida en nuestro pueblo hacia las instituciones del Estado es un grado de conciencia alcanzado que difícilmente pueda ir para atrás, a ello tenemos que darle un gran valor pero, a no confundirnos, una cosa es la desconfianza a las instituciones de quienes nos explotan, oprimen y reprimen y otra muy distinta a quienes de una u otra manera luchan contra los intereses de la oligarquía financiera.
Allí toda la confianza, aunque la unidad se presente embrionariamente.
Una alternativa política al poder de los monopolios parte de la confianza, que admite desde la lucha la diversidad de caminos unitarios, de fuerzas materiales para la revolución, de la fuerza autoconvocada que se materializa en cada enfrentamiento. Cuando hablamos de elevar el techo de la lucha, implícitamente estamos hablando de romper el aislamiento y trabajar decididamente por encontrarnos con nuestros pares, con las fuerzas masivas que están pululando en todo el país.