“Esos hombres no van a volver a formar parte de cuadrillas de trabajo. Tenemos que restaurar este sistema de convivencia y es imposible si uno se pone de rodillas frente a los agresores”, dijo el vocero de Pan American Energy (PAE), Mario Calafell Loza, refiriéndose a los trabajadores quienes tomaron su planta de Cerro Dragón.
Al tiempo que de “salvajes”, “violentos”, “delincuentes”, “borrachos”, “drogadictos”, “vagos”, calificaban la prensa y los medios burgueses las acciones realizadas por los trabajadores petroleros durante los 15 días que duró el bloqueo al yacimiento en Chubut.
Fueron 8 meses de reclamos y movilizaciones y hartos de tanto manoseo, ninguneo, uso y abuso para todas las internas y “negocios” de parte de la empresa, los políticos, su gobierno y su Estado.
Del mismo modo tratan de “irracionales”, “desestabilizadores”, “agentes de oscuros intereses” a los trabajadores del complejo Industria piscícola de Mar del Plata, que lleva 3 meses luchando contra los salarios miserables, el negreo y la inestabilidad laboral de las cooperativas, el uso de la miseria de los trabajadores para los corruptos “negocios” empresariales de los subsidios y las prebendas a los monopolios exportadores.
Mientras tanto los “progres” –reducto del huevo de la serpiente-, para ocultar su subestimación y desprecio a la clase obrera y el pueblo en lucha, buscan la mano negra de la conspiración detrás de la lucha de los trabajadores. Los mismos que al escuchar el “ruido” y la simpatía que genera el odio de clase en toda la sociedad lo denuncian como si fuese un “pecado” capital.
Todo porque no cabe en su cabeza desclasada -ni en su partes bajas-, la posibilidad de estallar contra sus patrones que alimentan su lengua y su escriba; ni son capases de estallar en ira sin que alguien lo contrate para tal fin, como siempre alquilando su labia al poder de turno.
Estos son los verdaderos violentos de siempre, los que forman parte del andamiaje de la oligarquía financiera dispuestos a violentar, aún más, el ya salvaje régimen de explotación y opresión para garantizar sus ganancias y perpetuar el orden capitalista.
Pero la lucha de clases es imparable e inexorable y, guste o no, ésta ha subido un nuevo escalón en el nivel de enfrentamiento. El pueblo, los explotados, oprimidos, deshonrados en su dignidad, han empezaron a andar. Dispuestos a hacer sonar el escarmiento, liberando su hartazgo, ira y odio en el camino de la búsqueda de la «venganza» de clase a favor de la mayoría de la humanidad, la revolución.