Primeramente entendemos que la organización política en todos los niveles, al igual que la vida está en permanente movimiento, no hay fórmulas ni manuales que puedan definir la riqueza de una organización política.
Las organizaciones políticas no nacen de la nada, todas ellas están impregnadas de la organización social para producir, o sea, de cómo en cada momento del desarrollo de la sociedad se encuentren las relaciones sociales para producir.
En la actual etapa del capitalismo la propiedad de los medios de producción están en pocas manos, mientras que las fuerzas productivas (en este caso el Hombre) solo tienen de riqueza sus manos. Es decir, la gran mayoría de los argentinos somos desposeídos de los medios de producción y sin embargo con nuestra fuerza de trabajo generamos todas las riquezas.
Esta lucha que se entabla cotidianamente entre los propietarios de los medios de producción y los que solo tenemos la fuerza de nuestro ser, se llama a grandes rasgos, lucha de clases.
Los dueños de los medios de producción, los dueños del poder dominante, la clase burguesa para entablar una despiadada competencia por las ganancias con otros propietarios de los medios de producción están obligados a socializar la producción, es decir necesitan involucrar a los trabajadores en esa guerra por los mercados. Cuanto más se socializa la forma de producir, cuanto más se encuentren métodos cada vez más trabajados en equipos, en grupos en definitiva más y más sociales, esas guerras entre los propietarios de los medios se dirimirá a favor de los que mejor resuelvan esta socialización.
Los poderosos socializan la producción pero cada vez tienen más riquezas en su poder, es decir cuánto más socialización para abajo más y más nos roban. Allí en ese punto los capitalistas no solo no socializan sino que establecen los Estados para legitimar el robo al trabajador.
Todas las expresiones de lucha y organización vienen teniendo esta impronta, la de la socialización en la organización para el enfrentamiento, esa es una experiencia que se puede observar en luchas en donde la organización que se adopta es la extensión de lo que hacemos cotidianamente en nuestros trabajos. Nuestro pueblo inserto en una producción cada vez más social, a la hora de la lucha y el enfrentamiento va adoptando esa vida cotidiana que tiñe todo su andar.
La lucha con una metodología autoconvocada tiene ese signo y se enriquece a partir de la experiencia de nuestro pueblo, de su práctica. En sí misma es muy rica, muy amplia y de diversidad de formas. Subestimar esa fuerza arrolladora es subestimar la fuerza revolucionaria que anida en las grandes mayorías cuando a diario golpean las huestes de la oligarquía financiera.
Lo fundamental de la etapa no es INVENTAR organizaciones por fuera de la lucha, en todo caso lograr que toda esa lucha, esa elevada concepción de organización social para la lucha se vuelque a la lucha por el poder, hacia un camino de revolución. Esas organizaciones políticas y metodologías recorridas son las instituciones de la revolución, hay que profundizarlas y pensamos que ese es el carácter que deberemos darle a una etapa de ofensivas de masas.