Como lo venimos comprobando cada día, la presidenta no pierde oportunidad de destacar y auto elogiar “su modelo”, como una forma de disfrazar las políticas promonopólicas que lleva adelante el gobierno. Ha pasado quizás el furor de las épocas en donde nos aturdían con las cifras de crecimiento, las inversiones en la producción y los logros empresariales. Y no porque hayan abandonado su habitual cinismo (cosa que le sobra al gobierno burgués) sino fundamentalmente porque a esta altura, todas esas cifras encantadoras ya no conmueven a nadie. El sufrimiento cotidiano de millones de argentinos es lo suficientemente concreto como para disfrazarlo o intentar decorarlo con discursos.
Cuando cotejamos lo que ellos dicen con la vida real que padecemos, lo único que sentimos es una tremenda indignación por el fabuloso saqueo de nuestras riquezas y la explotación del esfuerzo, que generamos los trabajadores y el pueblo.
La desnutrición infantil y el hambre, la falta de una vivienda digna para millones, los trastornos que afrontamos cada vez que necesitamos resolver un problema de salud o con la escuela de nuestros hijos, los salarios miserables (recordemos que el 70% de los asalariados recibe no más de $ 3.500), las cada vez más horas que debemos trabajar trasladándonos peor que animales; en fin, el suplicio de sobrevivir cada mes, es la única y verdadera cara de “el modelo”, que no es otra cosa que la descomposición del sistema capitalista en su máxima expresión.
Está claro que para ellos lo importante es la ganancia y sus negocios. NOSOTROS NO FIGURAMOS. Vendríamos a ser una especie de “mal necesario” al que necesitan explotar y exprimir al mango, sin ninguna “necesidad” que nuestras condiciones de vida mejoren. Por el contrario, si ellos ganan más es a costa de nuestro sacrificio y sufrimiento, por ende, cuanto mejor les va a ellos, a nosotros nos va peor.
La profundización de la miseria y de las injusticias sociales que este mismo “modelo” genera y reproduce es lo que tratan permanentemente de ocultar y silenciar, llegando al burdo de dibujar índices y estadísticas para señalar que si una persona dispone de $ 5.70 (cinco pesos con setenta) por día, ya no es indigente… y si es lo suficientemente agraciado y dispone de $ 12.70 por día, ya no es pobre…
Este es el orden impuesto por los monopolios transnacionales y toda su corte de políticos “oficiales” y “opositores”, TODOS responsables de nuestros pesares.
Pero, contrariamente a lo que ellos esperan como clase y como hacedores de este “modelo”, la superexplotación y la miseria sólo provoca mayor indignación y más descreimiento político de las masas hacia todos ellos; y la convicción de que el único camino que nos queda por recorrer para conquistar una vida digna es responderles con mayores movilizaciones y luchas, organizándonos por fuera de sus mandatos y desplegando el enorme potencial que llevamos acumulado.