Hay una sensación que suena conocida. La inflación, que tritura el salario, condiciona la vida de todo el pueblo. La burguesía trata la inflación desde sus intereses, hay ganadores y hay perdedores. En esas disputas todas las estadísticas son mentirosas. Las oficialistas y las no oficialistas. La inflación que afecta al salario es la que nos preocupa a nosotros.
Enfocar el problema desde la vida misma es nuestra inquietud, va más allá incluso de la resultante fundamental que es bajar el salario.
Los argentinos hemos vivido la inflación y la hiperinflación. La vida cotidiana de hoy va expresando de una u otra forma que la plata que tenemos en el bolsillo se quema. Cuando esto comienza a ganar terreno en cada hogar asalariado comienza también el desconcierto, la inquietud, el no saber dónde estamos parados.
Entre las cuatros paredes se debate que la plata no alcanza para el consumo básico y alimentario, los compromisos adquiridos en meses anteriores con créditos racionalmente adquiridos para resolver problemas básicos de la vida no pueden cubrirse. En esas cuatros paredes del hogar se generan los ecos que rápidamente llegan a los centros de trabajo, está pasando en estos días que ese descontento, el mal humor, ganan terreno y ese terreno es ganado con expresiones de bronca muchas veces y en otras de lucha, de reclamo.
Hay un agravamiento de las condiciones de vida que se acelera, que mientras estamos escribiendo esta nota la plata se sigue quemando y eso no se puede tapar con medios de información controlados desde los intereses monopolistas de todo tipo.
Agravamiento en las condiciones de vida porque la inflación carcome no sólo al asalariado, come a todo el pueblo trabajador, a la clase media la empuja a la miseria, le come los talones, lo que se permitía en épocas de calma hoy lo pierde todo. No hablamos del ahorro como vulgarmente se subestima a todo el pueblo, estamos hablando que se está experimentando silenciosamente un proceso de concentración y arrojando al vacío a millones de argentinos.
El Rodrigazo en la década del 70 fue una manifestación de lo que hablamos, vinieron procesos muy violentos en ese sentido con los gobiernos de Alfonsín y de Menem, todos ellos habían tenido formas diferentes en cuanto a la inflación, pero tenían un hilo conductor semejante. El Rodrigazo de hoy es muy diferente en las formas que adopta, porque diferente es el enfrentamiento que está dando nuestro pueblo, fundamentalmente el asalariado proletario.
La inflación y el hecho de que las condiciones de vida se vayan agravando, invade de indignación el corazón de cada argentino y lo predispone a luchar, a buscar salidas; no hay pasividad ante el atropello que genera la inflación, la burguesía monopolista sabe que las condiciones políticas que tiene para enfrentar este agravamiento de la lucha son extremadamente débiles. Ellos propusieron meses anteriores un techo del 18%, después de un 22% luego un 24% y los visitadores médicos acaban de lograr un 35%. Las paritarias son todo el año y la lucha por sostener el valor del salario para la compra de productos impulsará más enfrentamiento, más lucha.
Desde hace muchos meses el Rodrigazo se puso en marcha, erosiona todos los días un poco la dignidad de los argentinos, pero lo sustancioso de la etapa, insistimos, es que este agravamiento se traduce en más rebelión, bronca y predisposición a un cambio radical de sociedad. La inflación de años precedentes encontró a nuestro pueblo en otras condiciones, ni mejores ni peores, pero nada se repite, todo se encuentra en movimiento y es en este sentido que ésta inflación, la de hoy, se da en un marco de “pocas pulgas” para las mayorías, que por más Rodrigazo encubierto que se esté perpetrando, el contenido de lo que se viene multiplicará las aspiraciones populares por avanzar hacia los horizontes de una nueva sociedad.