Las noticias anuncian que la suba de los precios de los alimentos en el mundo ha provocado una teleconferencia del G-20, para acordar “políticas comunes” que frenen el alza. Tanto en las causas como en las “soluciones” que se proponen, está la primera mentira. Según los gobiernos de los países, el alza se debe a la sequía en los EEUU y una baja del suministro de trigo ruso, mientras que se proponen soluciones tales como “coordinar” acciones que impidan restricciones en la venta o compras muy grandes que “desequilibran” el suministro de alimentos. La segunda gran mentira es lo que directamente ocultan: Que el alza desenfrenada de los precios se debe a que existe un mercado de “derivados financieros” por el que se ha creado una enorme burbuja especulativa, como la de las llamadas hipotecas basura, que está controlada por las grandes corporaciones mundiales que concentran la comercialización de semillas, el acopio, la venta y la distribución a nivel mundial, a saber Cargill, Continental, Bunge Dreyfus, Du Pont y Monsanto. Estos monopolios mundiales, con la intermediación de bancos como Goldman Sachs, Jp Morgan y otros, tienen el control absoluto de los alimentos que se producen en el mundo, ya que concentran la producción, deciden qué se va a usar para el consumo humano y qué para la generación de biocombustibles, y por último timbean cotidianamente en las bolsas mundiales con los productos financieros que tienen como activos 24 materia primas alimenticias, entre ellas, el café, el maíz, el trigo y la soja.
La especulación en su más cruda expresión, que funciona más o menos así. Los bancos atraen capitales hacia los “derivados” sobre alimentos; al calcular estos capitales que los alimentos son un valor seguro, ha producido que la inversión entre estos productos haya crecido en los últimos diez años más del 50%; las reglas de la especulación capitalista son que cuanta más demanda hay para derivados financieros sobre alimentos, más sube el precio futuro de los alimentos y cuanto más sube el precio futuro de los alimentos, más demanda para los derivados. El resultado, una perfecta burbuja especulativa que es la que determina el precio, muy lejos de la oferta o la demanda que cada país o región del planeta ofrezca o necesite.
Por eso mienten cuando improvisan cumbres para tratar el problema los gobiernos que no deciden nada que no sea los que los monopolios mundiales de la alimentación dictan. Más aún, las medidas que tomen estarán íntimamente ligadas a los intereses de estas corporaciones, como ocurre en nuestro país actualmente, con el gobierno nacional de Cristina Kirchner autorizando a Monsanto a comercializar la semilla “Intacta RR2 Pro”, por la que cobrará regalías, en reemplazo de la RR1 por la que no podía cobrar.
En el camino, cientos de millones de personas en el planeta se sumarán a las ya existentes que sufren el hambre. El capitalismo muestra así su verdadera cara; las multinacionales y los gobiernos a su servicio no están en condiciones de resolver nada respecto de la suba de los alimentos, sencillamente porque ven la comida como un negocio antes que como una necesidad básica del ser humano. Muy pocos podrán sorprenderse ya de esto.