Desde hace un tiempo la lucha contra el impuesto al salario viene tomando cuerpo.
La clase obrera y los asalariados en general van masticando la bronca de un impuesto propio de la época feudal.
Los impuestos que pagamos van dirigidos a subsidiar fundamentalmente a los monopolios y a toda la estructura burocrática del Estado que comprende a los tres poderes del Estado.
El cincuenta por ciento de lo que cobramos va a parar a las arcas de los señores mencionados. Todo lo que compramos va cargado de cientos de impuestos pero lo peor es que pagamos impuesto además por lo que vendemos que es nuestra fuerza de trabajo
Todos los sectores populares de una u otra forma reciben la permanente amenaza de una AFIP netamente policial para solventar el proyecto que el gobierno prepara cotidianamente y que incluye la exportación de capitales cerrando un círculo de impunidad financiera basada en el esfuerzo de nuestro trabajo.
El impuesto al trabajo es una grosería mayúscula, aberrante por donde se lo quiera mirar y aunque lo disfracen con otras palabras o frases o se lo quiera minimizar con “pisos” o “techos”, lo real es que ese impuesto al salario no debe pasar.
La necesidad de recaudación impositiva no tiene freno. La AFIP, aparato policíaco y de intimidación, aparece en el mismo escalón de gendarmería a la hora de reprimir el reclamo.
En el pueblo hay pocas pulgas, pero la necesidad de recaudación los está encegueciendo, el gobierno de los monopolios necesita recursos económicos y manotea de donde puede.
Las pocas pulgas de millones de argentinos se está transformando de bronca e indignación a un estado deliberativo del ¿Qué hacer ante el atropello?
Nosotros pensamos que la desobediencia al sistema tiene que ser el norte ante ésta situación de despojo e impunidad.
Se hace difícil desobedecer en soledad, pero desobedecer socialmente garantiza el triunfo, el paso atrás de la soberbia monopolista. Rápidamente la lucha contra el impuesto al salario hay que organizarla desde cada establecimiento en cada sector laboral afectado por la misma medida.
Organizar la desobediencia al pago de impuestos y a la presencia policíaca de la AFIP cuando la misma aparece y se personifica con sus inspectores y su manga de alcahuetes subidos a abuso de poder. Trampear al Estado de los monopolios eludiendo el pago de impuestos, mintiéndole, es un acto patriótico pero no suficiente, hay que organizar la desobediencia al Estado y su gobierno en todos los planos y en todos los lugares en que nos intentan apretar.