La ganancia es el principal motivo que mueve al sistema capitalista, para lo cual todas las inversiones que las empresas hacen en función de ese objetivo, son valiosas para el gobierno y la oligarquía financiera. En este sentido, el gobierno permanentemente anuncia inversiones que los monopolios hacen en nuestro país para explotar a nuestra clase obrera, saquear nuestros recursos naturales y llevarse el fruto de lo producido por nuestras propias manos.
Ese tipo de inversiones que los monopolios hacen en nuestro país están destinados a obtener una mayor rentabilidad a costa de cualquier cosa, y cuanto mejores sean las condiciones políticas y económicas para explotar a la clase obrera, mejor. Es decir, cuanto más bajos sean los salarios encuadrados en los convenios colectivos de trabajo y menos dinero se destine al cuidado de la seguridad en el trabajo y el medio ambiente, más beneficioso es el negocio.
La vida del obrero es una simple mercancía, donde no sólo nos expropian el fruto de nuestro trabajo, si no que, además, nos exponen a condiciones de trabajo deplorables, para que en definitiva podamos llevar el mísero salario para nuestras familias.
En medio de estas condiciones, la muerte en el lugar de trabajo es una posibilidad que cabe, y cada día que pasa se hacen más habitual los accidentes de trabajo por las pésimas condiciones y por los acelerados ritmos que nos imponen, donde permanentemente tenemos que lamentar una vida más de un compañero de nuestra clase.
En estas últimas semanas en la provincia de Tucumán sucedieron dos accidentes que causaron la muerte de dos compañeros y varios heridos, que justamente no es casual, que se den en una misma rama industrial ligada a los ingenios azucareros.
El pasado 25 de julio, Julio César Abraham, murió por causa de un accidente laboral, en la empresa Compañía Azucarera Concepción, de la multinacional Atanor. El hecho se produjo tras la explosión de un caño que contenía fluido industrial a altísimas temperaturas dentro de un enorme decantador, provocando la quemadura del 90% de su cuerpo. El mismo accidente alcanzó a otros 6 compañeros más con diversas heridas de gravedad, y sucedió mientras estos compañeros estaban haciendo un trabajo de reparaciones en el decantador.
Hace dos días, el pasado 6 de septiembre, Franco Cano, de tan sólo 19 años, murió tras un accidente laboral, en el ingenio Santa Bárbara, perteneciente al grupo Colombres, tras ser aplastado por una enorme estiba de bolsas de azúcar de 50 kilos cada una, que se desplomó justo cuando este compañero estaba debajo. Este hecho sucedió en uno de los depósitos de la empresa, ubicada en la ciudad de Aguilares. Este mismo accidente causó heridas a dos compañeros más que se salvaron de la muerte, ya que pudieron correrse antes de que se les cayera la estiba encima.
Como es ya sabido, el sindicato, en los dos hechos, intervino con toda la intención de cubrir a la empresa y de echar las culpas a los obreros que habían sido las víctimas. Por eso llamaron a jornadas de concientización. Y en el último accidente sólo atinaron a realizar un paro de actividades de una hora por turno a fin de descomprimir la bronca. Lamentables, pero coincidentes con la misma intención, fueron las declaraciones del secretario general de FOTIA, Roberto Palina, cuando se refirió a las posibles causas del accidente, haciendo responsable al trabajador y tapando la responsabilidad de la empresa: «puede tratarse de un error humano. El joven fallecido estaba sentado debajo de la estiba, lo cual es algo peligroso. Este muchacho se encontraba al medio y no pudo moverse cuando se le vinieron las bolsas encima por lo que quedó en posición fetal cuando le cayeron las pesadas bolsas de azúcar».