Como lo venimos manifestando permanentemente, la crisis del sistema capitalista mundial es estructural, muy lejos de las llamadas crisis cíclicas que, como pregonan las usinas del sistema, se dan cada tantos años para luego volver a recuperarse. Se trata de una crisis que carcome las bases mismas de este sistema de organización social, dado que lo que está puesto cada vez más en evidencia es que la explotación y el expolio a todos los pueblos del mundo son la única receta que el sistema conoce para prolongar su decadente existencia.
A diferencia de otras crisis pasadas, lo cualitativamente diferente que sucede es la acción independiente de los pueblos. Millones de seres humanos en el planeta se manifiestan todos los días, de una y mil formas, para demostrar que la crisis de los de arriba no tiene solución definitiva; primero porque, como decíamos, la crisis es estructural y carcome el carácter mismo del sistema. Segundo, porque a ello se le agrega la acción de masas en las calles ratificando que, a diferencia de otras épocas, los de abajo no estamos dispuestos a pagar los platos rotos de la fiesta y la anarquía capitalistas.
Las movilizaciones de estas semanas producidas en Francia, España, Grecia, Portugal, Inglaterra, Escocia, Irlanda, se suman a las de las distintas regiones del planeta que alimentan una ola de conflictividad social imparable. La huelga general que se prepara para el próximo 14 de noviembre en Grecia, Portugal y España ratifica este rumbo ascendente de la lucha de masas.
El sistema capitalista sólo atina a responder de dos maneras muy conocidas. Una, “la versión mala”, la de los gobiernos que están aplicando los llamados ajustes; otra, “la versión buena”, las de los gobiernos y fuerzas políticas que levantan “programas alternativos” que mejorarían el capitalismo. Una y otra versión son caras de la misma moneda y ambas están condicionadas por la lucha de masas. El sistema es capaz de ir hasta el límite para garantizar su continuidad e intentar encauzar el movimiento social hacia estrategias que no toquen sus intereses estratégicos. Nos referimos a vestir sus discursos y sus políticas de altisonantes definiciones que no pasen más allá de eso, de definiciones que solamente se utilizan para mantener a salvo la dominación de la burguesía monopolista.
Este es el escenario que se está viviendo en la actual lucha de clases en el mundo. Pero otro factor que se agrega a la creciente convulsión social que vive el planeta, es la acción de fuerzas verdaderamente revolucionarias que no pactamos ni nos dejamos llevar por una u otra opción del sistema. Las fuerzas que, como nuestro partido, estamos absolutamente convencidas de que la burguesía es incapaz de brindar solución a ninguna de las demandas y aspiraciones que la Humanidad está expresando, y que atravesamos una etapa de la Historia que se aproxima a una nueva época de revoluciones sociales.
Las masas en el mundo están expresando que la forma de organización social capitalista está perimida y, por lo tanto, es deber de las fuerzas revolucionarias luchar sin concesiones para terminar de destruirla.
La lucha de las masas está dando nacimiento en su seno mismo a las formas nuevas de organización social; lo que en nuestro país es la autoconvocatoria, que se expresa de distintas maneras en otros países del mundo, pero con la misma esencia revolucionaria, es la única y verdadera salida a la anarquía y el caos que el capitalismo está produciendo. Las bases materiales para reemplazarlos están más que maduras, por lo que cualquier intento de vuelta atrás en esa formidable experiencia que los pueblos vienen transitando significa querer salvar al sistema que nos está llevando al desastre.
La Historia va en dirección a la revolución socialista. Los revolucionarios consecuentes vamos también en esa dirección convencidos que la clase obrera y los pueblos en el mundo son los verdaderos protagonistas de esta experiencia, ahora y en la construcción de la nueva sociedad que nos libere definitivamente como Humanidad.