El último viernes pasado a las 6 am, fue encontrado asesinado de cuatro balazos en la espalda el motorman ferroviario Leonardo Ariel Andrada de 53 años. Dicho así podría parecer como un hecho más de inseguridad perpetrado por delincuentes comunes en un delito común, en un acto de robo común, en un asesinato común. La muerte para nuestro pueblo en este sistema parece ser un acto común cuando no una sensación.
Pero este hecho tiene trasfondos y connotaciones sumamente graves dado que este trabajador era un testigo clave en el juicio por el accidente del tren Sarmiento con 51 muertes de nuestro pueblo. Andrade había manejado el mismo tren en el viaje de vuelta de Castelar a Moreno a las 6:45 am, por lo tanto el tren se encontraba prácticamente vacío, y sus declaraciones más relevantes son contundentes: «El tren salió recargado porque en los 18 minutos previos no había salido ninguna otra formación, había un retraso. Tenía que ir más lento y ser frenado con antelación dado que llevaba el triple del peso de lo reglamentario». Es bueno recordar que el juez de la causa, un tal Bonadío, no sólo imputó a Córdoba, el motorman que se encontraba dirigiendo la formación al momento de chocar, como el principal responsable alegando irresponsabilidad (por dormido, borracho, etc.), como dicen ellos «fallas humanas», sino que a ello agregó la aceptación en la causa al Estado como querellante.
Pero para todo el arco burgués, llámense políticos, sindicalistas, empresarios, intelectuales y la maldita policía, aunque declaren a viva voz como el propio Maturana, secretario general de «la fraternidad» y los medios que salen a afirmar aceleradamente que fue un robo al que el obrero se resistió y por ello lo mataron (¡no le robaron $1200.- que tenía en el bolsillo!) la rapidez en sus declaraciones apunta propagandísticamente a la teoría de la no-conspiración.
Pero no hacen falta muchos elementos más de los que hay para ser contundentes y afirmar todo lo contrario, entre el saqueo, la superexplotación, las mentiras de la burguesía monopólica, y en el marco de un estadio de putrefacción en el que se encuentra este sistema capitalista, sobran argumentos para afirmar categóricamente que este sí es un crimen mafioso. Levantamos en la muerte de Andrada la conspiración de los monopolios. La burguesía siempre hace lo mismo, por ejemplo con las recientes muerte de los aborígenes inventaron de todo (accidentes, peleas personales, etc) pero la cuestión es que si hay algo que les embarra la cancha a sus negocios o chanchullos en esta democracia ellos actúan así.
Pero ojo, desde los crímenes de los hijos del poder al de los aborígenes, Mariano Ferreyra, Luciano Arruga, y así cientos como el caso de Ariel Andrada, todo el pueblo sabe claramente lo que es la policía, la justicia, los políticos, los sindicalistas, los periodistas, es decir todos instrumentos del Estado al servicio de los monopolios y sus negociados. En última instancia esta muerte es una conspiración con el fin de acallar una voz que se constituía en un grave escollo para los monopolios en este juicio.
Nuestro partido no necesita muchas investigaciones o más pruebas, ni meternos en los «detalles», de la burguesía siempre debemos pensar lo peor. Con la variante que ahora ya no se puede matar abiertamente y enrostrárnoslo en la cara como un crimen político (como podían hacerlo en décadas pasadas). Esta es una demostración más de su debilidad política, son el poder y lo salen a hacer a escondidas porque tienen miedo.
Por eso hoy debemos arrinconarlos, incrementar la movilización. Si en una fábrica hay un compañero comprometido y está en riesgo de ser despedido, organizados salgamos al cruce. Si hay un dirigente en una localidad, o en alguna movida, que atente contra los intereses de los monopolios, y pensamos que se encuentra en riesgo su integridad física, no vacilemos ni un instante, actuemos con toda la firmeza organizando la autodefensa de masas asentada en la masividad y si es necesario, en el poder de las armas. No podemos tolerar más que escudados en la delincuencia común, el narcotráfico y los barrabravas, nos vengan a agredir a los mejores hijos de nuestro pueblo. Estamos en una hora en que los patos no le pueden tirar a las escopetas.