Vivimos en un mundo donde el capitalismo, a través de sus más diversos medios de comunicación, la velocidad de las noticias, y la necesidad imperiosa y avasalladora del negocio de éstas, ha hecho de ello una catarata de sucesos informativos que probablemente mañana, lo que hoy son noticias pomposas, quedarán rápidamente en el olvido. Así pasa con catástrofes, crímenes, eventos deportivos, caídas de gobiernos o de ministros, etc. Pero en la vida de los pueblos suceden hechos que por un instante son noticia, pero que también, aunque sea por un instante, a la burguesía monopólica le encantaría olvidar. Y es aquí donde aparece un elemento que quiebra con esta maraña y maquinaria de los medios masivos de información de la burguesía.
El viernes pasado se cumplió un año del tremendo desastre y de la muerte anunciada del tren Sarmiento, que dejó al desnudo, lamentablemente por la vía dolorosa del desastre, la situación que vivimos y padecemos cada día millones de argentinos. En este hecho se condensa qué nivel de salud tenemos, qué nivel de educación, de seguridad, de vivienda, de salarios, de condiciones laborales. Es decir, en este hecho los monopolios demuestran cómo en todos los aspectos de una sociedad en estado de putrefacción, marcan su presencia.
Es muy común escuchar: “Vivimos mal”, “El Estado está ausente”; y una vez más vamos a reafirmar que precisamente el Estado no es el mecanismo de organización de una sociedad, que se expresa como neutral de los diferentes problemas generales. Muy por el contrario, el Estado es la herramienta de organización con que cuenta el poder de las clases dominantes como mecanismo de dominación, de explotación, de control y de represión a los pueblos. Todo gira en torno a la ganancia, y en esta etapa terminal del capitalismo, más queda de manifiesto producto de la alocada carrera en la concentración económica. Por ello allí donde están las necesidades de los negocios, aparece la mano de lo moderno, la tecnología, los capitales para llevarla adelante, que en nada se diferencia un primer mundo y otro mundo. Todo es un primer mundo para las necesidades de los monopolios.
Ahora bien, por donde pasan las necesidades de los seres humanos, si no hay negocio aparece la esencia de lo que nos ofrece este sistema de vida: decadencia, abandono, podredumbre. Todo lo que conocemos y padecemos todos los días; no hay secretos. En todas las situaciones está presente el Estado.
La burguesía es muy celosa de su dominación y de sus negocios, y la corrupción y la desidia es un aspecto inherente al papel del Estado en el capitalismo. Por eso, la tragedia del tren Sarmiento, particularmente hablando, compartimos categóricamente la afirmación de los familiares de los muertos, fue producto de la corrupción, los negocios, la connivencia de los políticos al servicio de las ganancias de los monopolios. Es decir, no fue un accidente fortuito sino que fue un crimen premeditado.
Lo más trascendente de todo esto, ya no resulta narrar lo que todo el pueblo argentino sabe. Lo más interesante es que la tenaz lucha de nuestro pueblo hizo que la noticia no nació un día para morir al otro, sino que se constituyó en una lucha implacable dejando al desnudo lo que afirmamos anteriormente, elevando un peldaño en la conciencia que asumimos todos del rol que juega el Estado y que nada les importa de las necesidades y los flagelos a los que está sometido nuestro pueblo. Esta es una estaca que se les clavó en el centro del pecho a toda la mentira del progresismo mercenario de que este es el gobierno de los Derechos Humanos. No hacen falta grandes escritos, los hechos y la lucha de los familiares, más la conducta de políticos, funcionarios y jueces, lo demuestran por sí solos.