En el marco de los grandes intereses económicos mundiales, sus disputas y arreglos, las mentiras, tergiversaciones y silencios, son algunas de las armas que blande la burguesía monopólica con el afán de generar “corrientes de opinión” que le permitan encontrar alguna justificación, aunque no la tengan, para tomar iniciativas que definan momentos de negociaciones, de guerra o de paz. No tiene el más mínimo escrúpulo cuando los negocios “se resuelven” dan una vuelta de página y a otra cosa.
Así parece suceder con la famosa pista iraní que signara a este país como el responsable político y militar del atentado a la AMIA, pues al parecer las potencias de EUA, Alemania e Inglaterra llegaron a un “armisticio” con Rusia y China con el tema relacionado al petróleo y de las bravuconadas de culpar a Irán como la capital del terrorismo mundial. De eso, ahora, no se habla más; y si necesitan ponerlo en la palestra de nuevo, lo harán con la misma falacia que lo han hecho hasta ahora, donde por supuesto, Irán no queda al margen de este nuevo acuerdo. A lo cual, si hay un payaso de circo en todo esto, son los sucesivos gobiernos argentinos que fieles a las políticas imperialistas siguieron “la pista iraní” teniendo todas las certezas que Irán tan solo es un pretexto en todo esto. Ningún gobierno argentino desde 1994 hasta ahora se plantó soberanamente a investigar el atentado a la AMIA, cuando, sin ser muy inteligentes, todas las miradas serias deberían apuntar a las propias disputas internas dentro del sionismo y el Estado de Israel.
Para un análisis político certero no se necesitan grandes elementos de prueba, cual crimen por robo o pasional, donde hay que prestarle atención a una pestaña, restos de pólvora o de sangre. Eso, directamente, en este caso es un insulto a la inteligencia humana. La intelectualidad, periodistas, analistas políticos “especialistas” en política internacional, doctorados en quién sabe qué universidad del primer mundo, jamás se animaron en nuestro país a ir hasta el hueso de los hechos. Y ni hablar de algunas organizaciones judías, que aparte de victimizarse, se sienten impolutos liberando cualquier responsabilidad de la propia Israel. Es más, “ni se les cruza por la cabeza”.
El atentado fue en nuestro país y murieron muchos ciudadanos argentinos. Pero para aquellos que les gusta la cuestión de la memoria, pensamos que es muy importante hacer un poco de historia y veremos como los cañones apuntan directamente al mayor enclave del imperialismo mundial en Medio Oriente: el Estado de Israel y sus peleas internas.
En 1987, una vez expulsadas las fuerzas militares palestinas radicadas en el Líbano, estalló con toda la fuerza el movimiento de masas palestino en el territorio ocupado; lucha extraordinaria que agudizó todas las contradicciones, no solo en Israel sino en el mundo árabe; luchas que se conocieron mundialmente como la Intifada, que fue creciendo cada día despertando la simpatía de los pueblos del mundo. En ese contexto, en 1991 un sector de las fuerzas políticas palestinas impulsaron la creación de la Autoridad Nacional Palestina que terminó de constituirse en 1996. Previamente a esto se llevó a cabo el Tratado de Oslo en el que Israel reconoce a la OLP y otorga al pueblo palestino la relativa autonomía a cambia de la renuncia a las pretensiones territoriales. Por este tratado, en 1994, Arafat e Isaac Rabin fueron reconocidos con el Premio Nobel de la Paz. Estos hechos generaron una disputa en la clase dominante en Israel, que llegó a un antagonismo tremendo: la ultraderecha y el integrismo judío (sectores monopólicos contrarios a los sectores monopólicos de Rabin) no se quedaron con los brazos cruzados. Llevaron a cabo múltiples iniciativas de carácter terrorista, creando un clima de revueltas internas con un sinnúmero de atentados hasta llegar al asesinato del Primer Ministro y Premio Nobel, Isaac Rabin, en un mitin de los sectores que apoyaban el Tratado de Oslo y la autonomía palestina. De hecho, la consigna en la Plaza de los Reyes era:”Si a la paz, no a la violencia”.
Es en este contexto que se debe buscar la verdad de los dos atentados, tanto el de la Embajada Israelí en 1992, y el de la AMIA en 1994.
Afortunadamente en nuestro pueblo, por sus particulares características, conviven las más diversas creencias religiosas y de origen sin ningún tipo de rivalidad; solamente, si alguna vez hubo intentos de antisemitismo u otro tipo de xenofobias, fue de parte de los sectores del poder en la época del fascismo, o una serie de hechos aislados de grupos minoritarios identificados con el nazismo. Es bueno aclarar, y no es ningún secreto, que incluso el ejército israelí le daba asesoramiento e instrucción a las Fuerzas Armadas argentinas.
Por ello a la hora de buscar “pistas” hay que adentrarse en la política, y ahí todas las ecuaciones no dejan margen al error. Son mucho más poderosas que cualquier especulación policíaca. Afortunadamente existe el análisis científico que parte de la lucha de clases y la dialéctica, y no es muy difícil llegar a esta conclusión.
Queda claro una vez más, que no se trata “del ejecutante” sino de los intereses que movilizan la acción.
Tampoco debemos olvidar que el Estado de Israel es imperialista, y reúne todos los condimentos de prueba que demuestran contundentemente que si tienen que asesinar judíos con el afán de defender sus intereses de clase, así lo harán. De hecho la resultante no fue el triunfo del Tratado de Oslo sino que continuó la guerra y el genocidio contra el pueblo palestino.