Como si fuera el descubrimiento de la fuente de la eterna juventud, la presidenta viene repitiendo como letanía, en cada oportunidad que se le presenta, que su modelo se basa en el “agregado de valor”.
Su petulancia característica no le permite apreciar que cada vez que expresa esa idea, cae en el ridículo más grotesco.
¿De qué se trata la producción capitalita si no es de la creación o agregado de valor? O sea, la ganancia para el burgués a costa del trabajo ajeno.
Ése y no otro es, precisamente, el objetivo de cada empresario y lo que se hace diariamente en la producción.
El llamado modelo “nacional y popular” kirchnerista no hace otra cosa que reproducir el liso y llano capitalismo (en su fase monopolista), para lo cual utiliza los recursos que el Estado recauda del esfuerzo de las mayorías populares, incluso desviando los destinos originarios de dichos fondos tales como las cajas jubilatorias, fondos de obras sociales y sindicatos, impuestos a los salarios, impuestos al consumo, y otros.
Además, el desvío de estos fondos se ejecuta mediante decretos vulnerando las mismas leyes aprobadas por el Congreso de la burguesía. Ni el gobierno, ni los capitalistas monopolistas beneficiarios de esos fondos, respetan las leyes que ellos mismos aprueban para beneficio propio.
Ni el “modelo”, ni las instituciones, ni las leyes y justicia del sistema pueden serviles al pueblo para mejorar sus condiciones de vida.
El día a día, la realidad que transitamos, nos deja cada vez más claro que cuando la burguesía monopolista se lanza a hacer negocios, no hay impedimentos de ninguna índole.
El único vallado que encuentra, y que cada vez se le hace más dificultoso, y a veces imposible saltear, es la lucha y la movilización del pueblo hacia la conquista de mejores condiciones de vida.
Por ello se hace sumamente necesario en este momento no sólo darle una continuidad y mayor generalización a la ley suprema de todos los pueblos que es su decisión a que se haga su voluntad, sino también, dotarlo de una expresión orgánica y política surgida de la propia lucha autoconvocada, tal como viene despuntando en forma de germen a través de las múltiples organizaciones que van delineándose en cada contienda. Unificarlas en una sola fuerza unitaria nacional es el paso que debemos ir dando.
De tal forma que, a los ojos de todos, vaya marcando claramente el camino que conduzca al pueblo argentino hacia la liberación definitiva de esta lacra social capitalista.